El actual Papa nos sorprende incesantemente hasta la admiración; no sólo por reformar de base a la iglesia católica, sino por su concisión cuando aborda temas escabrosos y tabúes para los cardenales no progresistas. El Papa Francisco, un notable argentino, próximo a nosotros y universal frente a los demás, cuando trata el tema de los sacerdotes pedófilos afirma: “Tomemos el coraje necesario para implementar las medidas consecuentes y proteger sobre todo la vida de nuestros niños para que tales crímenes no se repitan más”.
Surge irremisiblemente la pregunta: ¿Qué quiere irradiar el Papa con su sentencia? Este inteligente y sensible hombre al frente de una iglesia que pierde cada vez más fieles, ante la reincidente pedofilia como execrable delito criminal infiere que no se opone a los articulados más rigurosos en los ordenamientos jurídicos de los diferentes Estados para penalizar y castigar a los pedófilos, incluidos sacerdotes que deberán ser sometidos a la justicia ordinaria sin fuero alguno.
Todo este esfuerzo sincero queda, ahora, ensombrecido por el reciente escándalo destapado en los EEUU y, lo peor, encubierto por décadas, como lo reflejan las agencias de noticias fiables. Superlativamente grave es que muchos de los delitos execrables cometidos por prelados de la iglesia católica están prescritos, según la ley federal de los Estados Unidos; lo que no prescribe en ese país es el homicidio.
El Arzobispo del Estado federal donde se cometió estos encubiertos, execrables y masivos delitos que denigran a la condición humana y deterioran, sin solución de continuidad, a la iglesia católica, ha pedido perdón por los mismos, empero, esa invocación es insuficiente, pues se debe afrontar económicamente y para todas las víctimas y sus padres, los tratamientos psicológicos necesarios para recuperar la estabilidad emocional. Difícil e imprescindible emprendimiento.
La iglesia católica con su propio peculio debe ineluctablemente indemnizar a esas jóvenes víctimas ya estigmatizadas de por vida, que por el argumento de la prescripción no podrán demandar a la iglesia judicialmente, en correspondencia al ordenamiento jurídico de ese país.
Implícitamente el Papa convoca a las sociedades a protegerse y a exigir a la justicia códigos modernos acordes a la tipología de esta desviación sexual, esclareciendo que, desde el más mínimo atisbo de peligro para los niños, exista una protección judicial y una coacción inmediata de la policía, para proteger efectivamente y evitar el intento de consumación de la pedofilia, que es la verdadera prevención.
Tan claro es el Papa que ingresa a las entrañas de este pecado; un pecado para la iglesia, un delito imperdonable sin omisión de castigo por ley para la población civil; un pecado de omisión y un severo llamado de atención a padres demasiado ocupados y tutores; la pedofilia es un pecado gravísimo y añade agravantes si se lo oculta, así como lo es el negar el abuso de poder del clero; se entiende no la integridad de la institución.
“La iglesia llora no sólo por el dolor causado en sus hijos más pequeños sino también porque conoce el pecado de alguno de sus miembros; la historia, el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes”. El Papa Francisco conmina a los obispos a asumir el coraje para proteger a los niños de lo que llama los “nuevos Herodes” a los obispos pedófilos que fagocitan (destruyen) la inocencia de los niños del mundo, utilizando el trabajo clandestino y esclavizante, la prostitución, las guerras, la emigración forzada y otros.
Finalmente el Papa se preocupa y toma acciones ante estos temas tan gravitantes de la humanidad; no se preocupa del boato de la iglesia y de los privilegios que muchos obispos no quieren abandonar y el Papa sigue en su cruzada difícil de plasmar una auténtica iglesia católica pobre.
El autor es abogado corporativo, posgrado en Interculturalidad y Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política, Derecho Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación, doctor honoris causa, escritor.
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