Especial
Cada día se despliegan, en un mundo que para muchos es inexistente, hilos que reflejan el cotidiano vivir de una población, de la cual, se elaboran vestimentas y sus derivados que representan un objeto irremplazable desde el origen de la humanidad. Cada día que transcurre, es materia prima que se va transformando en evidencias.
Mujeres y hombres, niños y niñas, ancianos, grandes fieras, caballos, aves, ovejas, víboras, entre otros animales, son representadas a través de figuras geométricas de diversos colores, como blanco, amarillo, rojo, negro, azul, etc., las cuales, están plasmadas en una tela conocida como “aguayo”.
En estos tejidos se pueden observar extraños senderos que cumplen con una función utilitaria. “Es importante que la ropa represente la identidad de la persona que lo lleva. También, es esencial que las raíces estén representadas en la ropa (…) es importante que ellos enseñen el origen de su comunidad, puesto que, cada región tiene sus propios colores, diseños, técnicas y figura”, manifesta la investigadora Katie McDonald, en su documento Los Tejidos Originales de Bolivia.
Proceso de elaboración
Los aguayos estaban elaborados a base del trasquilado de la lana de llama, oveja, alpaca o vicuña. Además, las personas utilizaban “Ruecas o Pihiru”, elaborados de madera o huesos de algunos animales, que giraban constantemente para transformar la fibra de estos camélidos en delicados y finos hilos.
Estos eran teñidos de llamativos colores a través de algunas plantas medicinales que se encontraban por la región andina. Aunque, hoy en día existe el aguayo industrial, la cual, está manchada con productos químicos.
Tras la mezcla, el producto era separado por colores y envuelto en ovillos para un transporte más práctico hacía el telar; en cambio, otros eran utilizados en un ritual inusual de dos palillos tratándose de levantar y girar en su propio eje. De esta forma, se daba vida a uno de los objetos que llevaba información, la chuspa.
Los ovillos eran agrupados en un telar, un conjunto de palos para tejer, donde se podía elaborar pequeñas fajas o paños de coca “icuña”, medianas bolsas o chuspas, hasta hermosos lienzos, como aguayos, ponchos y costales.
“El tejido es más que un tipo de tela, es un legado. El tejido teje las generaciones de la gente (…) Estos textiles hermosos no solo expresan la creatividad de sus creadores a través de colores, patrones o símbolos; sino que son la historia de sus antepasados”, señala la investigadora Kara Siekirk, en su investigación El Tejido: el libro de historia de Bolivia.
Inti Gómez
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