Hay hechos increíbles -dignos de Ripley- en nuestro país, tanto por lo irracional, absurdo, disparatado y contrario al sentido común como por las políticas “a dedo” que se ha implantado en el país para la designación de personal que administre las minas. El caso de la empresa Huanuni, dependiente de Comibol, que ha cambiado diez gerentes en doce años es patético y contrario a todo sentido común y responsabilidad.
Huanuni, por la mala administración por parte de Comibol, resulta una de las empresas mineras más controvertidas; es un caso que merecería trabajos muy serios de auditoría para establecer qué ha pasado, cuánta ineficiencia e irresponsabilidad hubo en su manejo; qué y cuánto ha producido, cuánto personal trabaja y cuánto supernumerario tiene; con qué infraestructura de vivienda, educación y de salud cuenta; en general, revelar, finalmente, cuál es la realidad de Huanuni y mostrar -“grosso modo”- qué perspectivas tendría siempre que se adopte las medidas correctivas debidas y la empresa funcione bajo principios de institucionalidad y su personal directivo no sea designado “a dedo” porque no tienen ningún mérito ni profesional ni técnico y ni siquiera moral, porque es ese conjunto de malos gerentes el que ha determinado tanto cambio y tanto fracaso.
El país no debería estar ya para experimentos o designaciones bajo cálculos del “a ver qué pasa”. Se debe tener en cuenta que es una empresa del país y no puede ni debe ser administrada irracionalmente y bajo “autoridad” de quienes solo contribuyen a su fracaso productivo y económico. Huanuni ha sido empresa de gran rendimiento y por ello mismo ha debido su éxito en el pasado a que contaba con el estricto personal, pero debidamente capacitado y ha sido dirigida por elementos capaces, dignos de confianza.
Huanuni, hoy con más de 2.000 trabajadores excedentes, es, quiérase o no reconocer, la prueba de lo que pasa cuando no se actúa en marcos de institucionalidad que han desaparecido del país, puesto que rigen las políticas del “dejar hacer y dejar pasar”, que jamás han rendido buenos frutos ni en lo público ni en lo privado. Quienes dirigen Comibol tendrían que recapitular todo lo que ha ocasionado el quebranto de Huanuni y mostrar al país realidades, porque no es cuestión de esconder la cabeza y, por pertenecer al Estado, “todo debe estar oculto”, cuando lo que más debe existir es transparencia en todos los actos de los administradores de la nación.
El gobierno, por propia responsabilidad, debería disponer que Huanuni no espere la designación de otra decena de gerentes que, seguramente, implantarán nuevos sistemas para el fracaso de una empresa pública que debió ser la mejor, conjuntamente todas las empresas dependientes de la administración pública, una administración que está obligada a cambiar actitudes y normas que las hace funcionar mal por las designaciones “a dedo” que se ha implantado en ellas.
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