• Centros de rehabilitación no reciben recursos del Estado • Buscar estrategias para atender a los jóvenes adictos a las drogas y bebidas alcohólicas
Los centros de rehabilitación que trabajan al interior de iglesias dan cuenta que la rehabilitación de jóvenes dedicados al consumo de bebidas alcohólicas sólo se logra si los afectados están de acuerdo con las terapias.
En el D-8, a la altura de la calle 3 de la urbanización El Kenko y en la parte posterior de la zona Franca, existe un centro de rehabilitación denominada “Comunidad Peniel”, que trabaja con alcohólicos y drogadictos.
Erlan Sotelo, responsable de la comunidad, señaló que al ser una organización evangelista tienen la tarea de buscar mecanismos y estrategias para atender a los jóvenes adictos a las drogas, bebidas alcohólicas o con problemas de conducta. La labor tiene la finalidad de poder lograr su recuperación y reinserción de los afectados con su núcleo familiar.
“La integración a estos grupos de terapias está sujeta a la voluntad de los jóvenes adictos y su permanencia varía entre seis meses y dos años, dependiendo del grado de dependencia”, explicó.
En la actualidad existen 26 jóvenes internos en el centro, que tiene una capacidad de 32 personas, quienes deben permanecer en el centro cumpliendo un trabajo en dos niveles de la terapia, una de ellas referido a lo espiritual y la segunda a la ocupacional.
“En lo espiritual, no tenemos el poder para cambiar a nadie, porque nosotros como personas rehabilitadas, sabemos que depende plenamente de la voluntad de una personas, solo si aceptamos a Dios, podemos transformar nuestra vida, mientras que nosotros solo tratamos de ser guías de orientación para que ellos transformen su vida al encontrar al señor”, explicó.
La segunda terapia que se aplica en el centro consiste en diferentes actividades, que incluyen a los jóvenes, quienes aprenden varios oficios, que van desde la panadería hasta la repostería. Éstas buscan sobre todo generar un oficio en beneficio a los jóvenes internos.
Autosustentable
El centro al ser autosustentable, depende de la actividad de todos, para mantener no solo la limpieza del centro, sino también para el aseo personal de cada uno de los internos y la alimentación, por lo que cada uno de los internos debe cumplir una tarea para mantener en condiciones favorables el lugar de acogida.
La institución es privada de creencia cristiana, no depende de los recursos públicos o la colaboración de las instancias municipales, departamentales y menos del Estado. Es el único centro de rehabilitación ubicado en el D-8.
Internos
Los jóvenes que eligen ser rehabilitados por decisión propia, buscan evitar que el consumo de bebidas alcohólicas o las drogas sigan destruyendo su vida y su futuro. Llegan al centro de rehabilitación con diferentes traumas.
La mayoría de los jóvenes que llegan hasta el centro de acogida fueron abandonados en las calles, fueron víctimas de abuso sexual en su hogar o en las calles, y otros tuvieron problemas familiares. Éstas algunas de las historias que el centro suele recabar de los internos en el centro de rehabilitación.
El centro cumplirá 30 años de servicio social y a la fecha se cuenta con más de mil personas que fueron rehabilitados en los últimos cinco años, aspecto que demuestra no solo la problemática que genera el consumo de bebidas alcohólicas en jóvenes y en la familia, sino sobre todo la ausencia de políticas de rehabilitación por parte del Estado.
Para Sotelo, el mayor requisito para acceder a un programa de rehabilitación es el reconocer que la persona tiene un problema, por el consumo de alcohol o drogas y que busca otra posibilidad de recuperar sus vidas, esta decisión debe ser por voluntad propia y no bajo presión.
De acuerdo a la ONG Munasin Kullakita, se establece que más de 223 jóvenes se encuentran en condición de calle, bajo el consumo de bebidas alcohólicas y sobre todo inhalantes como es el caso de la clefa.
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