Hernán Maldonado
A punto de expirar agosto del 2018, la atribulada Venezuela está dividida, en un laberinto económico de proporciones gigantescas y no sabe cómo salir de la pandilla de Nicolás Maduro y sus secuaces.
Cuando Cuba cayó en manos del castrismo, Fidel acorraló, persiguió, encarceló y fusiló a miles de opositores y aterrorizados huyeron más de DOS millones de cubanos. Se concretó el raro fenómeno de trastrocar la Historia de América Latina que caracterizaba a sus pueblos de hacer huir a los tiranos. En Cuba el tirano se quedó y el pueblo huyó.
Algo parecido está ocurriendo en Venezuela. Casi TRES millones de combativos opositores han dejado su país y muchos más están alistándose para hacer lo mismo. Los que se quedarán, como en Cuba, dependerán de las limosnas que les tire la dictadura, del subsidio de la gasolina, de las cajas CLAP con media docena de alimentos, etc. La oposición se queda sin sus más patriotas y aguerridos militantes, asqueados por sus errores.
El 2014 fueron convocados a las calles, pero después de medio centenar de jóvenes muertos, los dirigentes los desmovilizaron para asistir a un diálogo que atornilló a la tiranía.
El 2016 el pueblo fue llamado a una consulta y 7.5 millones de votantes expresaron su decisión de que el régimen sea desconocido y se nombrara un nuevo gobierno. Los líderes se farrearon ese voto.
El 2017 volvieron a convocar al pueblo a la calles y tras cinco meses de arduas protestas, con 153 jóvenes asesinados, la mayoría estudiantes, el liderazgo opositor otra vez los desmovilizó para un nuevo diálogo que no condujo a nada, sino a atornillar otra vez en el poder a Maduro y sus secuaces.
Este 2018 el régimen convocó a elecciones presidenciales y buena parte de la oposición se abstuvo, pero hubo algunos sinvergüenzas que se prestaron a la farsa. Alrededor de 40 países, entre ellos Estados Unidos, el Grupo de Lima y la Unión Europea, han descalificado esas elecciones.
La división del enorme bloque opositor en al menos TRES grandes pedazos, no es sino obra del G2 cubano que hizo lo mismo con los opositores de su país dentro y fuera de la isla cautiva.
La guinda de la torta se vio ayer en la Asamblea Nacional (que, aunque decretó el arresto de Maduro cumpliendo el mandato del Tribunal Supremo en el exilio, por corrupción) cuando el diputado Henry Ramos Allup despotricó contra los dirigentes opositores exiliados a los que retó a volver al país y no estar haciendo oposición fuera de sus fronteras.
Ramos Allup olvidó cínicamente que Rómulo Betancourt, considerado el padre de la moderna democracia venezolana, líder fundador de Acción Democrática y mentor de Ramos Allup, LUCHÓ desde el el exilio y logró el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Además Ramos Allup no ve que el gran repudio al régimen por la comunidad internacional es gracias al exilio.
Es decepcionante que todo esto ocurra en el liderazgo opositor, mientras el pueblo muere de mengua y se apresta a enfrentarse a unas medidas económicas brutales que multiplicarán al infinito sus tribulaciones. Amanecerá y veremos.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 23 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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