El pequeño comercio ha adquirido en tiempos recientes un carácter explosivo y avanza en las grandes y pequeñas ciudades del país, como una mancha de aceite sobre el agua, imposible de detener. Se lo encuentra desde las puertas del Palacio de Gobierno (llamado en forma eufemística Casa del Pueblo) hasta en los barrios más alejados, en callejones, puertas, aceras y lugares increíbles.
El asunto no es, sin embargo, solo para hacer una nueva denuncia del problema, sino para destacar que no se vislumbra la menor iniciativa oficial para enfrentar este candente problema que crece como una bola de nieve cuando cae de la cumbre… por decir lo menos. Lo que hay que hacer, en todo caso, a manera de sugerencia, es considerar la causa de fondo que lo origina, de tal forma que quienes manejan las riendas del Estado tomen cartas en el asunto, dejando de lado asuntos de mínima cuantía.
Como es sabido, el comercio o intercambio es el enlace entre la producción y el consumo. Cuando la producción es pequeña, el intercambio es también pequeño, así como es el consumo. Así mismo, por otro lado, la grande y mediana producción crea el gran comercio, el gran consumo, bajos precios, mejor calidad, etc. y paga impuestos.
Cuando desaparece o decae la producción grande o mediana, en forma paralela aparece la pobreza de grandes masas humanas, hasta entonces sin mayores problemas y es entonces cuando nace el pequeño comercio. Por consiguiente, la paralización de la producción (industrial, agrícola, etc.) determina la pauperización de la población y como a la par desaparecen las fuentes laborales, los pobres encuentran como única solución para evitar la muerte de hambre de sus familias, el comercio individual, el cual se hace cada vez más pequeño, no soluciona la situación económica de las mayorías, crece la miseria y nacen los conflictos.
En particular, la paralización de la producción en los ejes de la economía ha determinado esa crisis. El problema ha adquirido un tamaño tan grande que las calles, paseos, avenidas, prados, etc. de grandes y pequeñas ciudades del país se han convertido en mercados de pequeños comerciantes. Es tan grave el asunto que ahora hay más vendedores que compradores, los precios son altos, falta higiene y, por tanto, aparecen las enfermedades, etc., aspectos dramáticos que las autoridades no conocen porque no caminan por las calles, viajan en aviones, helicópteros, vehículos de lujo y miran al pueblo de arriba y como a carne de cañón.
La pobreza no se arregla con bonos, segundos aguinaldos, prebendas, acceso a la corrupción, aumento de salarios y sueldos y otros programas demagógicos; solo se solucionará con medidas relacionadas con la producción, aspecto que fue echado por la borda hace casi dos décadas.
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