El arzobispo de Santa Cruz al celebrar el Te Deum el pasado 6 de agosto, día de la patria, expresó, en nombre de la Iglesia, conceptos claros sobre las libertades de información, religión, pensamiento y educación. Dijo que son “derechos, valores para el ser humano, pero que hoy hay varios países -incluido el nuestro- donde se ciernen amenazas, advertencias y restricciones, donde incluso se sufre persecuciones que pretenden atemorizar y callar a los disidentes del pensamiento y de las acciones de los poderes de turno”. Al referirse a la libertad recordó que “Dios liberó a su pueblo de la esclavitud a la que estaban sometidos por los egipcios”.
“Dios nos llama a vivir como un pueblo libre y a no reproducir el sistema piramidal del faraón”, dijo el Prelado. Refiriéndose al 193 aniversario patrio dijo: “Se ha recorrido un largo camino, entre luces y sombras, entre adelantos y retrocesos, buscando realizar el sueño de una Patria libre y soberana, justa y fraterna, sin discriminación ni divisiones. Hay muchos ejemplos de faraones que hacen oídos sordos ante el clamor de su pueblo, que se hacen de la vista gorda ante sus dolores y necesidades y que se encierran en su sueño de poder y que en vez de servir al pueblo, se sirven de él, oprimiéndolo en busca de sus intereses, en vez de los del bien común” (ED 7-8-18).
La Iglesia, desde siempre, ha buscado que los gobiernos actúen bajo los principios cristianos en servicio de la humanidad; ha buscado que las dictaduras y tiranías ejercidas por “faraones” con el estilo egipcio, entiendan que no deben actuar en contra de las libertades, la justicia y la vigencia de los derechos humanos; que no haya deshumanización en quienes cuentan con poder de autoridad y que, por el contrario, sean todos ellos servidores incondicionales de los pueblos que les dieron poder. Ha buscado que la justicia no actúe contrariamente a los principios constitucionales y tampoco proceda fuera de los campos de independencia y libertad porque la justicia y su debida administración es un bien general que no admite diferencias ni privilegios.
Si los gobiernos no reconocen los derechos de sus pueblos y actúan solamente atesorando sus conveniencias e intereses personales, de partido o de grupos, atentan contra todo derecho humano y violan la Constitución y las leyes que juraron cumplir y defender; es la Iglesia la que en todo tiempo ha salido al frente de regímenes totalitarios que han violado principios de humanidad y actuado como lo hicieron los faraones egipcios o tiranos y dictadores de muchos países. Mientras la voz del Papa, de los obispos y de toda la iglesia se dejen oír, siempre habrá la esperanza de que la humanidad transitará por los senderos que aseguren su salvación temporal y eterna.
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