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[Armando Mariaca]

P. José Gramunt, apóstol de la fe y del periodismo


Lo que menos se espera en la vida es que un amigo muy querido se vaya para retornar al Padre y encuentre al Jesús que tanto había amado y al que pidió por su patria, España, y mucho por la patria Bolivia que abrazó con amor, entrega y gran capacidad. Pepe Gramunt fue, en todo sentido, un apóstol de la fe; su condición de sacerdote de la Compañía de Jesús lo hizo estudioso, profundo, ilimitado en la doctrina cristiana y, además, fue el ser que se capacitó en transmitir ideas, criterios, conceptos, virtudes y talentos con el fin de hacerlos principios y valores para que cuando se sirve a la Patria se lo haga con profunda convicción, conciencia y honestidad.

Creó su columna que resultó ser expresión general del pueblo boliviano: “Es o no es verdad”, artículos diarios difundidos en radio y prensa que calaban hondamente en el espíritu de quien los leía; eran notas que reflejaban el sentir de quienes pasaban por momentos difíciles; era la palabra evangélica que mostraba luz en los caminos, que señalaba rutas claras para vencer las tormentas políticas, económicas, sociales o de cualquier índole; era una columna que desnudaba los problemas por los que atravesaba el país.

Cuando charlamos -y lo hacíamos muy seguido- alguna vez, para referirse a su columna o, en casos, a lo que yo escribía, y no muy extrañado por las reacciones de lo que él decía, expresó: “No haya extrañeza alguna en ti por las verdades que dices o digo yo; parte del principio de que quienes nos endosan el pecado de la mentira es porque ellos mienten más. Nos queda, en todo caso, el consuelo de que no mentimos porque la condición del periodista es escribir con la verdad”.

Fundador y Director por muchos años de Radio Fides y de la Agencia de Noticias Fides; dos medios que sirvieron para ampliar valores y mostrar el diario acontecer nacional e internacional, dos medios que sirvieron a muchos periódicos y radios, dos medios que eran portadores de la palabra de la Iglesia, dos sistemas que se introdujeron profundamente en el diario deber de informar, orientar y mostrar caminos que respeten la vida y los derechos humanos; dos medios que reemplazaron, en muchos aspectos, a las agencias internacionales en la cobertura de hechos producidos en el país o lejos de él. Gramunt fue, pues, un director que sabía lo que era verdad y así obraba; era sencillo y dicharachero, alegre y cordial, cáustico y sincero cuando tenía alguna crítica constructiva sobre el comportamiento humano.

Pepe Gramunt se fue al reino que él propugno para todos, al reino de Jesús en que creyó y lo mostró a través de lo que creía que debía ser el alma y el proceder de todos los que en esta vida proponemos ser mejores para conseguir que los demás, nuestros semejantes, sean mejores como medio para alcanzar alguna perfección. Adiós Pepe, ejemplar sacerdote, excelente maestro y amigo, cordial y sincero colega periodista que supiste transmitir valores con las armas de la verdad. Descansa en la paz que Jesús te tenía preparada y que tú, con seguridad, ayudarás a reservar un sitio para nosotros.

 
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