Desde hace más de cincuenta años la población boliviana escucha hablar con insistencia machacona acerca de la producción de la hoja de coca. Al mismo tiempo, las autoridades ofrecen dar solución al problema, creando grandes esperanzas sobre que se pondrá fin al asunto y el país quedará a salvo de denuncias y sanciones por su existencia.
Sin embargo, en vez de que el asunto se resuelva, es cada vez más grave, se amplían los campos de cultivo, crece la producción de cocaína, se incauta cada vez más la droga, la erradicación no tiene buenos resultados, etc.
En últimos años, el gobierno afirmó que estaba erradicando con éxito grandes superficies de cultivo de la hoja (maldita para unos y bendita para otros) y se afirmó que pronto llegaríamos a una cantidad de tierra cultivada con el arbusto que podría llamarse de “coca cero”. Se afirmó que en el Chapare cochabambino los sindicatos cocaleros se reducirían, que en los Yungas de La paz no se pasaría de unas 10 mil hectáreas, etc.
Empero, las ofertas resultaron siendo un cuento chino. En todos esos lugares se cultiva más coca y han aparecido otras áreas donde la producción de la hoja superó todas las expectativas, como en la zona de La Asunta y en el territorio del Tipnis. Es más, las autoridades informaron que no solo se descubrió más coca, sino también fábricas de cocaína.
Las informaciones oficiales sobre la ampliación de los cultivos de la “hoja sagrada” confirman el aumento de la producción de cocaína, producto que es incautado en nivel de toneladas métricas en zonas fronterizas, el exterior, diversas ciudades y centros rurales del país. A la par, las noticias sobre mayor producción de cocaína revelan que se está cultivando más coca.
Esos aspectos permiten inferir que el “problema de la coca” no ha sido resuelto por el gobierno, al contrario de lo que anunció reiteradamente, pues su solución es cada vez más lejana. Es más, pareciera que el asunto está peor que antes, pues la Policía ha tenido que enviar a la zona de La Asunta alrededor de mil efectivos, para obligar a los cocaleros a aceptar la erradicación de coca excedentaria, medida que no se diferencia de otras asumidas por anteriores gobiernos, a los que se criticaba por el uso de la fuerza.
Cincuenta años de lucha contra el problema cocalero, con grandes gastos, muertes, derroche de esfuerzos, aplicación de procedimientos de todo tipo, juramentos para poner fin al problema, etc., han terminado en un fracaso completo y solo queda empezar de nuevo. Sin embargo, en esta oportunidad se debería aplicar un nuevo sistema integral, que dé solución definitiva al problema. Tal fórmula, según algunos expertos, consistiría en poner fin al conflicto con mínimo gasto, sin el menor acto de violencia, sin cometer abusos y hasta “sin dar un solo tiro”, contando, además, con el apoyo general de la población cocalera. Esa solución, por otro lado, convertiría a las actuales zonas de producción de coca en áreas para producir, como antes, alimentos de todo tipo para mercados de consumo humano e industrial de zonas urbanas, hoy desprovistas de esos productos, antes abundantes y baratos. Así también se podría fin a la retórica oficialista que solo sirvió para prolongar la existencia del problema de la coca.
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