Mariano Baptista Gumucio, notable intelectual y escritor - un polígrafo, como se decía antes-, tiene una abundante y original obra en los campos del ensayo, la historia y los grandes temas socio-culturales. En sus escritos se manifiesta una virtud que tiende a desaparecer: la valentía cívica. En una sociedad que premia el acomodo fácil a las modas ideológicas del día, no es habitual una crítica seria y diversificada, como la de Baptista, a las tradiciones civilizatorias, a las herencias políticas y a la atmósfera cultural de esta misma sociedad. Luis Urquieta Molleda afirmó acertadamente que Baptista ha tratado de contener la “frivolización de la cultura que se ha impuesto universalmente”. Los esfuerzos de Mariano, que tienen algo de quijotesco, pertenecen a esa noble tradición racionalista que intenta descubrir las causas de una evolución poco aceptable en los pliegues y repliegues de una mentalidad tradicional y poco afecta al ejercicio de la crítica. Una buena porción de la literatura latinoamericana y boliviana que se ha publicado en torno a temas de historia y ciencias sociales fomenta, en cambio, una identificación fácil con los prejuicios seculares de la población, que ahora se hallan revestidos de un barniz de progresismo a la moda del día. Un espíritu genuinamente crítico, como el de Mariano, evita cualquier identificación fácil y promueve, en cambio, lo que es fundamental para todo conocimiento auténtico: el desencanto, la desilusión con las certidumbres de nuestra infancia intelectual y de nuestras convicciones más profundas, por más seguridad anímica que éstas nos hubieran proporcionado. Estas preocupaciones representan el núcleo de la obra de Mariano, quien ha eludido exitosamente las rutinas y las convenciones más difundidas entre nuestros intelectuales. Hoy en día estas corrientes prevalecen, otra vez sin rival, en el ámbito universitario y académico. Cuentan con representantes muy ilustres, como los teóricos de la descolonización y los innumerables representantes de los estudios postcoloniales y subalternos en universidades de todo el mundo.
Frente a esta marea de productos intelectuales a la moda del día se halla la original obra de Baptista. Menciono estos aspectos porque conforman una parte central del impulso intelectual que guía a Baptista, quien en una entrevista de 2006 aseveró: “Mi actitud predominante ha sido la de escribir con la mayor claridad posible, buscando detrás de los prejuicios y por encima de dogmatismos e iglesias el rostro de la verdad. No creo, desde hace bastante tiempo, en ningún ‘ismo’ y encuentro que las propias ideas, cuando se esclerotizan, se convierten en veneno para la mente”. Como en toda persona sensible, Baptista desarrolló muy joven una marcada inclinación hacia la duda creativa y el análisis profundo, cultivando un talante reflexivo que ha mantenido hasta hoy. El tratamiento crítico de los grandes dogmas y el curioso destino de las doctrinas de fuerte irradiación popular han constituido algunos de los temas de reflexión en su ya larga labor intelectual. Pienso que esta actitud, profundamente ética, por otra parte, le llevó a abandonar definitivamente la actividad política y a tomar partido de manera apasionada por los asuntos culturales. La suya es una vida por la libertad y la cultura, como se llama el libro que Luis Urquieta publicó recientemente sobre Mariano Baptista, quien alimenta dos grandes preocupaciones: entender la historia y contribuir eficazmente a preservar y ampliar el vasto campo de la cultura. Nuestro autor ha publicado, como se sabe, numerosos libros sobre la historia política e intelectual de nuestro país, y debo aclarar que estas obras han sido leídas y comentadas por una parte importante de la gente culta, pese a la poca popularidad de que gozan los productos escritos. Menciono este hecho porque Mariano no ha sido, por suerte, uno de aquellos “bolivianos sin hado propicio”, como se llama uno de sus libros menos conocidos, donde pinta un retrato intelectual de aquellos individuos que no tuvieron ningún reconocimiento de sus conciudadanos. Hoy, después del ocaso de los grandes dogmas, podemos intuir que Mariano apostó acertadamente por el pluralismo de ideas y valores. Algunos de sus libros han sido pioneros al analizar problemas y carencias que sólo mucho más tarde se han convertido en temas discutidos por la opinión pública. Algunos títulos entretanto clásicos, como Salvemos a Bolivia de la escuela, La educación como forma de suicidio nacional, El país erial y El país tranca, nos muestran el temprano interés de Baptista por cuestiones pedagógicas, ecológicas y burocráticas, cuestiones que hoy han ganado en intensidad y también en irracionalidad.
El conjunto de la obra de Baptista Gumucio es una buena contribución para comprender los grandes temas nacionales. Por consiguiente en Baptista el interés por los estudios sociales e históricos tiene que ver con el gran anhelo racionalista de esclarecimiento: hay que llegar al fondo de las cosas, a la verdad -si es que hay algo tan inasible como la verdad- y así realizar un acto de pedagogía colectiva, una especie de catarsis social con la intención de conocernos mejor a nosotros mismos. Es decir: examinar nuestros errores y aprender de los mismos.
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