La Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) emitirá su fallo sobre la demanda boliviana contra Chile en las próximas semanas, y es necesario que la ciudadanía esté preparada, no para las festivas expresiones de S.E. que afirma que pronto flameará nuestra bandera en las costas del Pacífico, sino para lo que es real. Está bien que el partido de gobierno, donde las bases no tienen idea de lo que se puede esperar de la CIJ, aguarde ansioso una decisión que nos lleve al mar, pero la gente corriente, la que lee periódicos, la que se informa, tiene que saber que la bandera nacional no va a flamear junto al océano de inmediato; que tal vez eso demore una década o más, o que ese día no lleguemos a verlo.
Esperamos que la CIJ sea ecuánime con su fallo, aunque es difícil pensar que vaya a ser muy precisa, si hacemos memoria de laudos anteriores. La mayoría de los bolivianos sabemos que de La Haya no vamos a obtener una solución que disponga que Chile nos debe entregar un territorio conectado con el mar, que no va a indicar por qué lugar se haría el acceso, que cómo Bolivia podría compensarle. La victoria boliviana, si ocurre como deseamos, estará en el hecho de que será el máximo tribunal internacional de justicia en el mundo, quien reconozca que Bolivia tiene un derecho en el Pacífico. Ese es un triunfo diplomático importante. Pero, lo probable, es que el dictamen inste a las dos naciones a negociar pacíficamente una solución. En suma, vamos a tener que volver a sentarnos con nuestros vecinos para concertar, para convenir un arreglo satisfactorio.
Es cierto que Chile estará presionado por un fallo de esa naturaleza, que la comunidad internacional se convencerá definitivamente de que nuestra demanda es justa, y que eso nos favorece mucho. Pero La Moneda puede también hacer caso omiso del fallo o darle largas, dependiendo del ambiente que exista entre los dos gobiernos. Si la atmósfera está viciada de rencor y de mensajes descomedidos, como es hoy, la voluntad negociadora de Chile será nula y podrá desentenderse un tanto, aunque La Haya determine fechas, que no sabemos si lo hará.
Entonces, lo mejor, cuando se avecina el final del largo alegato en la CIJ, es tener bien puestos los pies sobre la tierra, sin falsas expectativas. Existe un triunfo diplomático que ya no se puede desconocer desde el momento que la demanda boliviana fue admitida como procedente. Eso está muy bien. Puede haber, probablemente, otra victoria, si es que el fallo favorece ampliamente a Bolivia instando a Chile a negociar y a cumplir con sus compromisos pasados. Pero lo que parece innegable es que volveremos a requerir de la buena voluntad de los chilenos para llegar a obtener una salida soberana al mar, y que eso hay que lograrlo por la vía de la negociación porque no nos lo va a dar La Haya.
Entonces, que S.E. no se precipite y que no cree expectativas que luego vayan a defraudar a todos. Que S.E. no diga que pronto flameará nuestra bandera en el Pacífico porque eso es mentira. Que no quiera hacer creer que Bolivia necesita cinco años más de su mandato para que el mar nos sea restituido, porque eso es anteponer los intereses nacionales a sus ambiciones políticas personales. Si el fallo del Tribunal es positivo como esperamos, habrá que concertar durante mucho tiempo tanto en La Paz como en Santiago, y habrá necesidad de una diplomacia profesional y no partidista.
En estos momentos de espera hay que ser prudentes y no jalar de la cuerda hasta romperla. Hay que decirle la verdad al pueblo y no alentarle falsas ilusiones, que es lo que vemos en los mítines del MAS. Finalmente, S.E. debería darse cuenta de que de las consecuencias del fallo de La Haya dependerá en mucho su futuro político. Es improbable que lo vayan a vitorear (aunque eso se puede armar en las calles sea cual sea la decisión de la CIJ), pero es probable, por lo menos, que se le reconozca una victoria diplomática con Chile.
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