Hasta hace pocos años estuvo funcionando con éxito una forma del poder dual, formado por el gobierno y empresarios privados, hasta que se produjo un rompimiento total, dando fin a una acariciada dulce luna de miel.
Ese doble poder fue sustituido por otro más activo y que está aún en vigencia. Se trata del doble poder entre el gobierno de Evo Morales y la Central Obrera Boliviana (COB), que tiene objetivos francamente políticos que se traducen en el principio pragmático: “No es el amor al chancho, es el amor a chicharrón”, filosofía pragmática que gira sobre la idea de que el valor de la verdad se mide por la utilidad que ella produce para satisfacer los intereses subjetivos, ya sean del Estado o de los individuos, es decir el estrecho practicismo de esferas oficialistas y que tendrá que recorrer aún terrenos escabrosos para garantizar su existencia.
La etapa actual del trajinado poder dual empezó a partir del momento en que las riendas de la COB quedaron en manos de un trabajador oficialista, Carlos Huarachi, quien mostró sumisión al régimen populista. Es más, para sellar esa alianza, la COB realizó un “ampliado”, aprobando que la fórmula presidencial del MAS debía ser integrada con un obrero como candidato vicepresidencial. Así mismo, para hacer realidad ese doble poder, el “ampliado” aprobó pedir la reforma total de la Ley del trabajo y participar en cargos ministeriales.
En cuanto al asunto del vicepresidente, la COB quedó relegada a último plano a partir del momento en que los cocaleros del Chapare proclamaron al binomio Evo-Alvaro, decisión que ignoró la posición cobista, así como la de la Confederación Bartolina Sisa que exige que, dando cumplimiento a la Constitución, sea una mujer la que acompañe a la fórmula de Evo Morales.
La nueva etapa del doble poder quedó consolidada a partir del 1 de mayo pasado, oportunidad en la que Evo Morales y a COB acordaron el pago del “segundo aguinaldo”, acuerdo que, no obstante su seriedad, quedó congelado a partir de que el Jefe del Estado pronunció un discurso en el que de forma categórica pidió que los trabajadores trabajen una hora más al día, sugerencia que estremeció al organismo de los obreros que durante más de un siglo estuvieron luchando por la conquista de ocho horas.
Evo Morales señaló en forma textual: “…quisiera que aumenten a las ocho horas, una horita más”… “porque a mí me molesta, porque (mientras) uno se saca la mugre y otros feliz(ces), ahí jugando ajedrez, llenando crucigramas”, afirmación sobre que la burocracia está dedicada a algunos divertimentos que serían evitados con el aumento de la ¡horita de trabajo!
El pedido presidencial fue recibido con mala cara, pero NO tomó en cuenta que significaría aumento de salarios y sueldos a unos doscientos mil empleados públicos y crecimiento de gastos de escritorio y electricidad en cientos de oficinas, mantenimiento, agua, refrigerios, para hacer posible esa sabia sugerencia.
En esa forma, la quebrada historia del doble poder en la vida política boliviana ha ingresado en una etapa que ofrece sorpresas de todo tipo, en particular políticas, ya que esa alianza gira en torno a asuntos ideológicos, programáticos, orgánicos y la suerte misma de la vieja COB, cuya historia está en tapete por sus virajes pragmáticos.
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