En los últimos años Bolivia está gozando de un inusitado lanzamiento al desarrollo y difusión de la música clásica, especialmente en la ciudad de La Paz que, de esta forma, está recuperando su cetro de ser la capital cultural del país y esto no precisamente por mérito del impulso de autoridades concernientes del Gobierno que, por el contrario, poco o nada hacen en esta materia. Por iniciativa y vocación, destacadas personalidades están impulsando tan valioso emprendimiento.
La Orquesta Sinfónica Nacional era, acaso, la única entidad que nos obsequiaba, de cuando en cuando, conciertos. Me atrevo a señalar que desde la dirección del maestro David Handel, nuestra orquesta ha venido elevando su nivel a un grado ahora espectacular, con programas de excelente factura. Surgieron otras orquestas por impulso personal, como la Sinfónica Municipal de El Alto, la Orquesta de Cámara de Bolivia Clásica, la Orquesta Boliviana de Ópera, Orquesta de Cámara de La Paz y otras más, que obsequian al público de la ciudad programas de gran nivel de ejecución.
En el plano personal también aparecen voces magníficas, como las de Susana Renjel, Diana Azero, Alejandra Wayar y otras, que están continuando con el virtuosismo de Edtih Iturri de otro tiempo, la magistral María René Ayaviri, el fulgurante paso por nuestros escenarios de la bella Akiko Makiyama y otras más.
Los coros igualmente se destacan. Aparte de la benemérita Sociedad Coral Boliviana, de tanta trascendencia, se han formado otras con no menos realce. Y algo que debemos enaltecer es la preparación de composiciones musicales populares en arreglos para orquesta sinfónica, que adquieren resplandor y mucha calidez. Hay canciones, danzas, cuecas, tonadas que solo esperan arreglos de compositores talentosos. Hace pocos días el maestro José Lanza Salazar presentó en la Iglesia Luterana arreglos corales de composiciones características de los 9 departamentos, con estilo hermoso y armonioso. No podemos dejar de mencionar los magníficos resultados que está logrando Bolivia Clásica en cuanto al descubrimiento y formación de talentos, que están dando al país verdaderos orgullos musicales en violín, piano y clarinete.
Pero también brillaron otros virtuosos en la dirección, en violín, piano y guitarra, como Piraí Vaca y el genial orureño Marcos Puña, quien, además de descubrirnos en la guitarra los 10 Aires Indios de Eduardo Caba y otros, está formando buenos guitarristas en el centenario Conservatorio Nacional de Música, con cuyos alumnos nos deleitó en un hermoso concierto con la orquesta de guitarras, hace pocos meses, dedicando su reciente trabajo discográfico “Segovia” al gran guitarrista español.
“Parte importantísima de lo que hago es enseñar”, dijo en una entrevista periodística, lo que es una entrega meritoria del artista, como pocos lo hacen. Iniciado temprano en la guitarra, viajó al Uruguay, donde según dice él tuvo la más grande bendición de estudiar con el maestro Abel Carlevaro, que “le dio un avance técnico y analítico de la guitarra”. Realizó dos postgrados en el Conservatorio del Liceo de Barcelona. Entre abril y julio hizo una gira por las principales ciudades del país y también ofreció conciertos en la Argentina. Es otro de nuestros artistas que prestigia a Bolivia, dentro y fuera de nuestras fronteras.
El gobierno está empeñado en promover el folklore nacional, buena cosa es; pero el arte, la belleza de la música no queda ahí. Existen otras escalas más sublimes y bellas de las que Bolivia no puede despojarse. Está bien que el pueblo baile, pero también es bueno que se ilustre y se eduque en otras manifestaciones que nos elevan verdaderamente a esferas siderales. Es bueno que el pueblo baile, pero también es bueno que el pueblo cante y las escuelas y los cuarteles deben ser los lugares donde se enseñe a cantar. Los pueblos que cantan son nobles, fuertes, empeñosos y patriotas.
Cuando estudié el primer año de secundaria en el Colegio Bolívar de Oruro, teníamos un profesor de música español, bastante mayor, del que guardo grata memoria y hasta el 24 de julio, aniversario del Colegio, nos enseñaba coros a cuatro voces, donde participaba todo el colegio. Es el hecho más grandioso de que guardo recuerdo de mi vida de colegial.
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