Gobernantes buenos y malos compitieron en la región. Los primeros fueron muy pocos y los segundos muchos. Aquéllos contribuyeron al desarrollo y éstos ahondaron la postergación. Obviamente eran militares y civiles. Pero no todos los militares fueron malos ni todos los civiles fueron buenos. Hubo diferencias enormes entre unos y otros.
Sin embargo la mayoría de ellos tuvo aversión a la prensa, cuidando, posiblemente, sus intereses mezquinos.
La libertad de prensa, es oportuno subrayar estas palabras, es una de las conquistas de la revolución de 1789, no es una concesión de régimen o gobierno alguno.
En consecuencia: la decisión política surgió de aquellas memorables jornadas de cambio profundo que conmocionaron a la humanidad al correr el Siglo XVIII.
“Se concede libertad (entonces) a la Prensa”, escribió, hace más o menos un siglo, P. Ramón Ruiz Amado, S.J. (1).
Esa insurrección popular ratificó la inquietud de preservar la libertad del quehacer periodístico, que, con el transcurso de los tiempos, se masificó, llegando, inclusive, a la información digital, como bien sabemos.
Pero el Poder omnímodo y los resabios de sectores privilegiados han pretendido ignorar, desconocer y conculcar esa conquista que emergió del fragor de la lucha revolucionaria. Han tratado de desvirtuar, con falacias e intrigas, su esencia y objetivo. Y no estuvieron ausentes, en ese propósito, las amenazas e intimidaciones, de corte dictatorial.
Sin libertad de prensa, con una prensa controlada, no habría las condiciones para hablar de democracia ni de confrontación de ideas. Y menos de pluralismo político. Se impondría el retroceso a las épocas de exceso, cuando las fuerzas represivas “empastelaban” las galeras, en los talleres de periódicos.
Sin libertad de prensa no habría información veraz, objetiva e imparcial. Entonces resurgiría la mordaza, que, como siempre, dañaría las fibras más sensibles de aquel sistema político, recuperado con dolor y heroísmo en el continente americano y otros puntos del orbe.
Gobiernos de tinte democrático o dictatorial intentaron controlar, en el marco de sus intereses político partidarios, a la prensa, utilizando acusaciones infundadas y alejadas de toda verdad. Pero no lo lograron. Porque la verdad se impuso, como siempre, sobre la mentira y la difamación.
La historia del periodismo está plagada por los abusos de quienes representaron al Estado y que nada bueno dicen de los gobiernos de turno en la región y el mundo.
En suma: la libertad de prensa es una conquista irreversible y por consiguiente es digna de respeto y consideración.
(1) P. Ramón Ruiz Amado, S.J.: “Compendio de Historia Universal – Edad Moderna”. Barcelona, España, 1915. Pág. 119.
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