Retorno al extractivismo

Un neologismo de origen actual, que trata de disminuir las características depredadoras de la explotación y exportación de materias primas, ha venido a sustituir la palabra tradicional y adecuada que siempre se utilizó para caracterizar el tipo económico conocido como “saqueo” de los productos nativos.

Extractivismo y saqueo son sinónimos y tienen como esencia la idea de producir materias primas, para su industrialización en potencias extranjeras. Tal exportación se la realiza con precios bajos y a su retorno al país de origen, los productos llegan con precios elevados.

El asunto de la explotación de materias primas es de antigua data, en lo que se refiere a Bolivia. En el tiempo del dominio incaico, el imperio centralizado en el Cusco, durante casi dos siglos se llevó oro, plata y grandes cantidades de productos agrícolas, sin devolver de ellos ni un grano. Cosa parecida ocurrió durante el coloniaje español en 400 años. No menos ocurrió durante la primera etapa republicana con la plata, saqueo que fue sustituido por el del estaño, que dura hasta el presente. A ese extractivismo hay que agregar el de maderas, agua, vegetales y otros minerales.

Esa época, denominada “del coloniaje”, pareció que podría llegar a su fin y que, en adelante, el país ya no exportaría las materias primas en bruto y, en cambio, las industrializaría dentro de sus fronteras y se beneficiaría con las ganancias.

Pero el ofrecimiento volvió a convertirse en una oferta de buenas intenciones y, finalmente, en una mentira piadosa. Es más, no se supo aprovechar, una vez más, los momentos de los altos precios de los productos de exportación que, de haber sido bien utilizados y no derrochados, podrían haber sacado a Bolivia de la antigua condición colonial, basada en materias primas sin valor agregado.

En efecto, la situación actual del país es casi la misma que de siglos pasados, convirtiéndose en una pesada maldición, como la suerte del mítico Sísifo que cuando llegó a su liberación, de inmediato volvió a caer en la tragedia. Seguimos exportando materias primas (gas, petróleo, estaño, zinc, soya, quinua, etc.). Estamos cada vez más lejos del salto a la esperada industrialización y los intentos son a lo más buenas intenciones y ofrecimientos demagógicos que se los lleva el viento.

Tal vez el único producto que se exporta es el estaño producido por la fundición de Vinto, Oruro, instalada por un gobierno nacionalista hace alrededor de 50 años, generosa iniciativa que no ha sido imitada por otro gobierno hasta el presente. Entre tanto, siguen flotando los megaproyectos de litio y hierro, que sus explotadores siguen exportando como materiales en bruto y los intentos exportadores tienden a convertirse en grandes negocios.

En cuanto a la iniciativa del Mutún, puede seguir la misma suerte y ser exportado el mineral para las fundiciones de Brasil, Argentina y Paraguay y casi con seguridad a China gracias al ferrocarril transoceánico. De otro lado, la fundición de Karachipampa está desahuciada y el ingenio Lucianita de Huanuni es un fracaso, pues fue instalado sin contar con agua para sus operaciones. En cuanto a Colquiri y Huanuni, no garantizan producir para atender las necesidades de la fundición de Vinto.

La producción del país está, pues, dirigida al extractivismo y el círculo vicioso del coloniaje se repite como una ley histórica de la que no se puede salir. El neologismo mencionado nada resolvió.