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Prostitución callejera en la Ceja

• El 60% de las adolescentes en condición de calle eligen el comercio sexual como una actividad de sobrevivencia • La Ceja es un centro de reunión, donde se desarrollan varias actividades que van desde el comercio informal hasta el comercio sexual


La Ceja de El Alto se ha convertido en un centro de alto riesgo por la falta de control policial.
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La prostitución callejera es una de las actividades ilícitas que EL DIARIO logró evidenciar en la Ceja, donde una mujer mayor de 45 años de edad, inducía a tres adolescentes a ofrecer sus servicios en un sector próximo al reloj.

El seguimiento realizado ayer en el pasaje Tihuanacu fue por más de tres horas, las mimas que debieron ser realizadas con intervalos, para evitar llamar la atención por las personas involucradas en la actividad ilícita o generar riesgos innecesarios al trabajo de la prensa.

En el tiempo que se realizó la observación, el pasaje fue un espacio de concentración del comercio informal, desde comideras, vendedoras de zumos, lustra calzados, vendedores de frutas ambulantes, fotocopiadoras y hasta el comercio sexual.

Por cerca de una hora de seguimiento continuo evidenciamos que una mujer mayor de 45 años de edad, vestida con un buzo negro, chamarra ploma con mangas negras y zapatillas blancas, era la persona que constantemente hablaba con tres adolescentes, una de ellas, no era mayor de 19 años, vestida con prendas que no llamaban la atención, si bien se mantenía en el grupo, evitaba ser la primera en ofrecer sus servicios.

Mientras que otra adolescente de aproximadamente 20 años de edad, quien traía un gorro de lana, deportivo negro con vivos rosados y con evidente signos en el rostro de estar aún afectada por el consumo de clefa, se mostraba predispuesta a para comenzar el ilícito trabajo. Fue la primera en ofrecer sus servicios a un hombre mayor de 45 años, quien estaba apoyado en las rejas de una jardinería, pero al parecer el bajo costo que este le ofreció, no convenció a la joven.

Moviendo la cabeza en señal de no aceptar, la adolescente nuevamente se acercó al grupo de las cuatro mujeres, donde solo una de ellas, se mostraba como la que “ordenaba” al resto de las jóvenes para acercarse y ofrecer sus servicios a los hombres que se concentraban por el lugar.

En las tres horas con dos intervalos de seguimiento realizado por este medio de comunicación, no existió ninguna presencia de efectivos policiales y menos algún control que impida la actividad clandestina de la prostitución callejera.

Solo una oficial de parada, quien se concentraba ordenando la circulación del transporte público y privado por el sector realizaba su trabajo cotidiano, sin embargo era difícil que se percatara que a menos de cinco metros, unas adolescentes buscaban comercializar su tiempo en la intimidad.

Solo una de las adolescentes, vestida de pantalón jean y chamarra negra, se acercó a un hombre adulto, quien se encontraba por más de 15 minutos parado en uno de los barandales, el mismo que con un movimiento de cabeza de aceptación se alejó del pasaje con la muchacha, perdiéndose entre las calles que dividen las casetas azules, para luego descender una vía, donde los alojamientos se instalan uno al lado del otro.

Fue imposible establecer el tiempo en que retornaría la adolescente, para reunirse nuevamente con el grupo de mujeres, pero el ofrecimiento de la adolescente con gorro de lana, quien de rato en rato inhalaba clefa, no logró resultado alguno, mientras estuvimos observando una de las actividades más antiguas del mundo, que en El Alto no solo se presenta en horarios nocturnos, sino en el día, ante la ausencia de patrullajes policiales.

VIH-Sida

De acuerdo a Ariel Ramírez, Director de la Fundación Munasim Kullakita, hasta la pasada gestión la presencia de adolescentes en condición de calle llegaban a 213, entre hombres y mujeres, de ellos el 60% se encuentra involucrado en labores de prostitución y explotación sexual. Estas jóvenes en su mayoría se encuentran infectadas con el VIH-Sida.

“Lastimosamente este grupo de jóvenes, víctimas de la explotación sexual, hacen pieza por 50, 40 y hasta 30 bolivianos, que es lo que el cliente les ofrece, una parte de este dinero es para pagar el uso del cuarto en los alojamientos y finalmente ellas se quedan sólo con 10 o 15 bolivianos. Este dinero no es destinado a la compra de condón, sino para comprar Tinner, es a partir de ahí que la cadena de transmisión de VIH-Sida se expande”, reconoció Ramírez.

Del restante 30% de adolescentes en condición de calle dedica su actividad al comercio informal y un 10% a los hechos de delincuencia.

 
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