Meta profesional aparte, llegar a México para dirigir desde hoy a los Dorados de Sinaloa de la división de Ascenso del fútbol local, es para Diego Armando Maradona el regreso al sitio donde hace 32 años dio su mejor beso.
“Este es el beso de mi vida”, reconoció el año pasado el argentino al referirse a la foto en la que posó sus labios en la superficie del trofeo de la Copa Mundial luego de ganarle la final 3-2 a Alemania en el estadio Azteca el 29 de junio de 1986.
Fue el momento más hermoso de la carrera del “Pibe de oro”, que si bien marcó una época con goles artísticos en el Barcelona español y el Napoli de Italia, fue en México donde experimentó su mayor felicidad en compañía de sus compinches Valdano, Pumpido, Ruggeri, Brown y Burruchaga, el del gol decisivo en el minuto 84.
Como luego le pasó en varias relaciones con mujeres, aquel verano Diego empezó una relación de amor y de desprecio con México, un sitio donde una vez fue venerado, en otras ridiculizado y en unas terceras fue visto casi con odio. Una de las historias de más color sucedió en el año 2002. El delantero mexicano Carlos Hermosillo invitó a Maradona a su partido de despedida como jugador. El “Pibe” llegó tarde y al pisar el estadio Azul pidió una pizza como condición para saltar a la cancha.
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