Según organismos humanitarios, el gobierno del tirano Daniel Ortega ya causó la muerte de 448 personas, incontables heridos, destrucción de la economía y supresión de las libertades en un país cuya población tenía alguna experiencia sobre los extremos a que podría llegar el dictador y lo ha reelegido y prolongado su insania.
Lo que siente la colectividad nicaragüense e internacional es que con el pretexto de ser gobierno elegido democráticamente, nadie puede hacer o decir algo para parar los extremos a que ha llegado el régimen de Ortega con tal de permanecer en un puesto para el que el pueblo de Nicaragua no lo quiere y repudia permanentemente. La democracia, pues, se ha convertido, tanto en Venezuela como en Nicaragua, en freno para organismos internacionales que solamente tienen voz para protestar por la situación extrema a que se ha llegado en ambos países.
Hambre, enfermedades, muertos y destrucción de bienes del país son obra de Daniel Ortega que, impasible e inconmovible en su cargo, dispone de policías y militares para que lo mantengan en el poder; alega derechos constitucionales que el pueblo rechaza porque no puede soportar las condiciones deplorables con las que se vive; no puede aceptar el pueblo que no haya respuestas más categóricas de Naciones Unidas y países libres y democráticos para impedir el genocidio.
Los nicaragüenses, cansados de todo el sufrimiento que padecen, han pedido que, por lo menos, el régimen de Ortega libere a los detenidos en el curso de las protestas; pero no hay poder que sensibilice al tirano y, según sus propias declaraciones, “nadie podrá parar su revolución en bien del país”. Fuerzas antidisturbios, militares y militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional se encargan de impedir las manifestaciones de protesta. Reclaman para que ciudadanos apresados en las marchas sean liberados, porque lo único que hicieron es “protestar contra los abusos y por la violación a los derechos humanos por parte de las fuerzas del gobierno”; pero nada conmueve al gobierno que está decidido a continuar las masacres. (ED 27-8-18).
La comunidad mundial vive sin esperanza de que haya acciones para terminar con los abusos y las muertes, con la destrucción del país y la conculcación de los derechos humanos. Por supuesto, ya nada se puede hacer por la restitución de la libertad de expresión y de prensa que han sido totalmente conculcadas, en Venezuela y Nicaragua. El pueblo nicaragüense soporta estoicamente los embates de las fuerzas gubernamentales que no trepidan ante nada para cometer los abusos que padece el pueblo, que sabe del apoyo incondicional de la comunidad internacional y que espera terminen los sufrimientos y angustias que sufre la población, que exige más que nunca la rendición del presidente Ortega y el retorno de un estado en que haya respeto por los derechos humanos y la libertad de expresión sea totalmente repuesta.
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