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[Ignacio Vera]

La espada en la palabra

Entre el estatismo y el librecambio: ESM


Es como una perla bellísima que está en un caracol, como esas cosas de la vida que están situadas justamente donde aquel poeta latino, Horacio, decía que debían estar todos los elementos cotidianos de la vida del hombre: el justo medio. Si todo lo provechoso debe estar en la medianía, ¿por qué no buscar, pues, también el justo medio o el equilibro en los asuntos de la economía? Al principio, o cuando no se ha indagado la historia universal, parece una utopía, y el mismo que escribe esto la creía como promesa irrealizable o como pura teorización, pero no lo es tanto; cuando uno da una ojeada a los acontecimientos que tuvieron que ver con el ordenamiento del mundo, se sabe que puede existir y, por consecuencia, reconstruir.

Se llama Economía Social de Mercado (ESM); es la llave que abrió las puertas a los alemanes a la reconstrucción de su país y el modelo económico que un buen economista ponderaría como perfecto. No gusta mucho a los socialistas y tampoco atrae tanto a los aburguesados y ricachones, pero ciertamente es la que mejores resultados trae. Tiene ciertamente un bagaje de elementos teóricos que ahora no mencionaré, pero, en pocas palabras, se trata de una liberalización del mercado de capitales y de un gobierno con un fuerte criterio de justicia social coexistiendo en un maridaje espléndido. Por eso no es ni derecha ni izquierda, sino justamente el aurea mediocritas de que hablaba el sabio Horacio.

Si trajo tan buenos resultados a la Alemania de posguerra, ¿por qué entonces nos obstinamos tanto en rechazarla? Sucede esto, sencillamente, porque somos políticos y, por tanto, ciegamente empecinados. El político (el latinoamericano particularmente), sobre todo si es caudillo iletrado, es una suerte de badajo de campana: le excitan sobremanera los extremos. O izquierda izquierda o derecha derecha. Y así su labor en el gobierno se vuelve una suerte de cumplimiento dogmático de sus postulados ideológicos.

La ESM promueve la libertad tanto política cuanto económica y vela por la prosperidad de los desposeídos. Solo un modelo como ése pudo haber sacado adelante a una Alemania destruida por las bombas de la RAF. El punto crucial está en dejar actuar al mercado para distribuir de manera apropiada los excedentes, porque si bien es cierto que el comunismo es una forma de volverse pobres (quizá lentamente, pero de manera segura), no es menos cierto que una política de librecambio ensancha la brecha entre ricos y pobres. ¿Qué fue lo malo, por ejemplo, de esa medida histórica que fue el 21.060? Que cargó el peso de la crisis sobre las espaldas de los menesterosos. Y quizá ésa sea la falla común de los modelos liberales y de las medidas de shock económico.

Hay algo muy cierto, y es que en cualquier sociedad, incluso en los ensayos más desaforados de comunismo (quizá en éstos más que en ningún otro), se crea desigualdades pecuniarias. En este sentido, y para generar un cambio hacia la mayor igualdad posible, lo más fácil y lo más práctico para un gobierno es hacer que los pobres no sean tan pobres y no que los ricos no sean tan ricos. Es además lo más sensato desde el punto de vista de la ética, porque ¿qué derecho tiene un gobierno de quitar a alguien un bien que no se debe sino al esfuerzo de quien lo consiguió? Entonces el capital debe ser mantenido en un nivel alto, jalando a los pobres hacia arriba, porque más difícil sería despojar a los acaudalados para jalarlos a éstos hacia abajo (además de no ser tan ético). Lo primero es mucho más práctico que lo segundo.

Porque la economía, aunque es parte de un sistema de conceptos de los estudios sociales, no debe tener ideología, o si la tiene debe ser en un grado muy reducido. La ESM es una respuesta para esa Latinoamérica que se presentará dibujada en unos cuantos años con los más sombríos colores y tan extraviada pero encantadora, como lo es hoy.

El autor es licenciado en Ciencias Políticas.

 
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