Víctor Hugo Soria Morón
La psicoterapia del trauma se basa en una relación íntima en la que terapeutas y sobrevivientes de abuso sostienen el reclamo de éstos por su vida, su cuerpo, su yo, su recuperación para ser felices y abandonar el trauma.
Muchas víctimas, no solo de violencia psicológica, física y sexual, presentan diferentes traumas, por las agresiones a las que fueron sometidas, más aún cuando se trata de menores de edad.
Tratándose de niñas o niños víctimas de alguno de los delitos mencionados, por lo general no son ellos quienes deciden continuar o no con las psicoterapias, en muchos casos son los progenitores o las familias de ellos quienes de acuerdo con su tiempo y conocimiento de lo que representan estas atenciones, deciden continuar o no con las sesiones, sin darse cuenta que estos tratamientos sirven para que la salud mental de la víctima no tenga secuelas del trauma.
Las sesiones psicológicas que realice la víctima deben ser entendidas como cuando una persona está medicada; para evitar que la enfermedad se complique, por lo general se sugiere acabar con el tratamiento médico. En psicología es algo similar, las personas en tratamiento psicológico deben concluir con las psicoterapias, para evitar mayores secuelas de los traumas sufridos y que con los años, sean los catalizadores de conductas sociópatas, psicópatas u otras peores que terminen generando otros daños.
Por lo tanto, las familias de las víctimas de violencia o violaciones no deben interrumpir los tratamientos psicológicos y en lo posible continuar con los mismos, hasta que sean superados los traumas, por la persona afectada.
Para los pacientes sobrevivientes en esta nueva relación nacen las oportunidades para re-trabajar y curar el daño sufrido en las relaciones de confianza tempranas. Debido a que el malestar está enraizado en la historia, a menudo crónica del trauma interpersonal, para el sobreviviente el nuevo medio interpersonal de la relación terapéutica es tan aterrorizante como prometedor. Por ello buscará seguridad, confianza; es esencial y asimismo un desafío inherente a estas relaciones terapéuticas.
Los sobrevivientes de traumas interpersonales traerán miedos, profunda desconfianza y rabia, así como soledad y una frágil esperanza ante la relación terapéutica. Estarán sensibilizados frente a los más sutiles signos de desatención, abandono o traición en la conducta de su terapeuta, también estarán influenciados por su comunicación y su compasión al respecto.
Pero es esencial reafirmar que estos procesos de psicoterapias deben ser obligatoriamente aplicados no solo a las víctimas, sino sobre todo a los agresores, con el propósito de prevenir que otras víctimas sean afectadas por la comisión de sus delitos.
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