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[Severo Cruz]

Una rutina que no ha cambiado


La demagogia de ciertos políticos, quienes se vanagloriaban de líderes, caudillos o predestinados, siempre ha despertado entusiasmo, frenesí y movilización de las multitudes, en todos los tiempos y pueblos.

Éstas, como bien sabemos, no discernían, tampoco analizaban ni debatían las ideologías, cualquiera fuere su origen, su tendencia y objetivo hacia el futuro, sino que se hicieron llevar, hoy como ayer, por la imagen y la verborrea de aquellos que presumían de conductores de las naciones.

Tan sólo les ha importado la actitud populachera, la aparente humildad y la inconcebible doblez de los aludidos, conocidos también como los “falsos profetas”, a quienes respaldaron y les siguieron, ciegamente, sin tomar en cuenta que, con sus mentiras y falsas promesas, frustraron la posibilidad de alcanzar días mejores, que tanto anhelaba la ciudadanía.

Ideología es un conjunto de ideas e ideales que caracterizan a una persona, a una corriente política, a un movimiento religioso, cultural, etc. “Es un sinónimo de ideario”, diría Carlos Cossío”, en su trabajo intitulado “Las Ideologías” (*).

“O me seguís, coraceros, o me destapo los sesos”, vociferaba, el irascible “Capitán del Siglo”, Mariano Melgarejo. Y la gente le seguía, sin haber auscultado, previamente, su pensamiento político.

La efervescencia de la coyuntura política, promovida por aquellos políticos, ha movilizado a las multitudes, hasta enardecerlas. Ello ha ocurrido antes y después de 1982, año del restablecimiento de la democracia boliviana.

La gente se movilizaba, de manera voluntaria, quizá estipendiada o a cambio de alguna prebenda, como un puesto en la administración pública, sino unos artículos comestibles. Pero lo cierto es que se volcaba, a los espacios públicos, en bulliciosas concentraciones.

Quiénes cosechaban el aplauso, la simpatía y el apoyo, de esos conglomerados humanos, en determinadas circunstancias, fueron los “iluminados”, civiles y militares, con o sin formación política, con o sin sensibilidad social, con o sin proyección histórica.

Multitudes que coreaban estribillos partidarios o vitoreaban, a viva voz, a quienes consideraban sus guías, con carteles en la mano o agitando banderines de color.

“Viva el Movimiento, gloria a Villarroel, a Paz Estenssoro le espera el Poder”, se desgañitaban algunos. “General, General, es el grito general”, se enloquecían otros, en rededor del Gral. René Barrientos. Y no faltaron algunos personajes que pedían las medidas de sus pantalones al dictador que no hace mucho ha fallecido. “El hambre no espera, todos a San Francisco”, coreaban los udepistas.

En suma: esta rutina no ha cambiado y, por consiguiente, continuará su curso.

(*) Carlos Cossío: “Las ideologías”. Asociación Argentina de Filosofía: Aislamiento y comunicación. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1966, pág. 77.

 
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