En América del Sur uno de los países sin mayores avances en industrialización es Bolivia. A pesar de que posee variedad de materias primas, no avanza hacia su desarrollo e industrialización. Por lo menos dos factores inciden en ello. La falta de estímulo a la creación y de garantías para la empresa privada y el afán desmedido de imponer y cobrar impuestos. Con ello, lo único que se hace es conformarse con la explotación de materias primas y exportarlas como tales, en vez de industrializarlas.
En la mayoría de los países industrializados siempre han existido estímulos para el sector privado, tanto con la cooperación fiscal para el mejor aprovechamiento de las materias primas, como en el tratamiento impositivo al comenzar el desarrollo de las empresas. En este último caso, para alentar la creación de empresas e incentivarlas para la industrialización.
Lo más pertinente para esto último es cooperar a los emprendedores dándoles terrenos para instalar empresas y brindarles todo el apoyo que requieran de los estamentos fiscales, omitir el cobro de impuestos por lo menos durante cinco años.
Estas son las formas más recurrentes en el exterior para alcanzar la anhelada industrialización. Sin esos apoyos es difícil alentar y menos lograr que se formen siquiera pequeñas sociedades administrativas para crear empresas.
De darse estos procesos, el país podrá industrializar sus materias primas, en vez de que sean a ser exportadas sin valor agregado.
Cuando ocurre lo contrario, es decir cuando el Estado se limita a dificultar los respectivos trámites administrativos y legales, así como a cobrar impuestos a las empresas, aun difícilmente establecidas, se desalienta la incursión en la actividad privada.
De su parte, el Estado usa recursos fiscales para crear empresas públicas, pero invariablemente fracasa al administrarlas. En la actual gestión, que se prolonga ya por más de doce años, han sido establecidas más de una decena de ellas, pero ninguna prosperó, más bien han sido frustrantes, por lo que a la postre se redujeron solo a malversar los recursos fiscales, con lo que implícitamente lo único que se consiguió es fomentar el mal gasto de los ingresos públicos y en otros inclusive la corrupción.
De esta manera, Bolivia sigue estancada en solo producir unas pocas materias primas, siendo las principales los minerales y los hidrocarburos. Con la circunstancia de que ambos se encuentran librados a los altibajos del mercado internacional.
Que el país se reduzca a la dependencia de los precios de las materias primas le crea inestabilidad general, no solamente en ingresos fiscales, sino que afecta a otros sectores de la débil economía nacional. Influye principalmente para que siga prevaleciendo la pobreza.
La demostración ilustrativa de ello es que en términos de intercambio en América Latina, Bolivia ha sido la más afectada. Un reciente informe del Banco Central expone que a partir de 2011, en el choque externo de precios internacionales el más afectado ha sido el país.
De ahí que, en términos generales, la Cámara Nacional de Exportadores, por medio de su presidente, Wilfredo Rojo, deploró que las autoridades nacionales no tengan una política de relacionamiento externo en lo económico y que se limiten a lo político y no a velar por la productividad, porque de ser así tomarían medidas oportunas para evitar que esté sometida al comportamiento internacional y no a resolver interna y externamente los asuntos económicos, en sus distintas fases y manifestaciones.
Pues, al administrar el país de distinta forma, su principal inquietud tendría que ser resguardar la estabilidad económica, pero más todavía estimular el desarrollo y diversificación de la productividad general, no dejarla solo a expensas de lo que acontezca en el campo internacional.
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