Nuestra soberanía perenne

“No hay soberanía recortada, la soberanía es total y no se la puede descuartizar”, afirmó categóricamente el ex canciller Javier Murillo de la Rocha. “Y Bolivia en su demanda habla de soberanía, no habla de ningún otro tipo de solución”, remarcó.

El ex dignatario de Estado hizo esta sólida referencia a nuestro supremo anhelo patrio, en relación con inadmisibles criterios en sentido de que Bolivia debería “explorar opciones que no impliquen necesariamente un concepto estricto de soberanía territorial, porque en estos tiempos, el concepto clásico de soberanía cambió” (sic).

“Definitivamente nuestra demanda no puede tener matices o puntos intermedios de interpretación o de flexibilización porque se trata de una idea clara de contar con un territorio propio de acceso al mar”, aseveró plausiblemente la ex autoridad.

Desafortunadamente, nuestra diplomacia no asume aún que nuestro anhelo supremo y expectativas se resumen en un solo punto: ¡soberanía!, es decir plenitud e independencia para determinarnos y manifestarnos con integridad en el futuro territorio reconquistado, puesto que otra agenda propuesta por nuestro oponente es parte de su estratagema para distraer o debilitar nuestro objetivo, primero limitándonos a una simple y “vigilada” salida al mar.

A pesar nuestro, observamos que aún persiste en nuestro medio una legión entre malos políticos y genuflexos diplomáticos “preparados para la derrota”, que tratan de soslayar el término soberanía, para la obtención de una salida al mar “a como dé lugar”, con el único interés de abrir restringidos espacios económicos comerciales, desestimando un verdadero desarrollo estratégico a través del privilegio de la soberanía.

Hoy, sin embargo, pese al criterio oficial boliviano en contra de la política del actual gobierno chileno, observamos en aquel país la existencia de amplios sectores intelectuales y población misma en apoyo a nuestra causa marítima.

Chile y Bolivia ¿hasta cuándo? Se pregunta Oscar Pinochet de la Barra, reputado escritor chileno, quien sugiere conseguir que ambos países concluyentemente asuman lo que denomina ¡la solución! y no se limita a los buenos deseos, ofreciendo audaces soluciones. En este sentido exhorta a combinar normas de soberanía y jurisdicción en un enclave excepcional para los tres países vecinos, en lo que denomina “Plan trinacional de desarrollo en Arica y Tacna, la quebrada de Camarones o la Caleta Vitor”, tanto para Chile, detentador del territorio, Perú por la Historia, y Bolivia por su situación geográfica, pero que nazca por el “imperio de tres voluntades”, que genere progreso para los mismos y de paso se solucione el centenario problema boliviano.

Pero Oscar Pinochet no es solitario en su postura, ya que “convive” hoy con una generación de hombres y mujeres de letras chilenos que coinciden con su posición, sin que esto signifique “traicionar” el oficialista ideario chileno. Por el contrario, los mismos tienen una verdadera visión política económica futura y a favor del conjunto de países vecinos, pero principalmente de su propio país, ya escaso de recursos naturales.

En este sentido, recordemos la feria última del libro chileno, cuya invitada de honor fue la Cámara del libro boliviana que exhibía -en la parte pertinente a nuestra causa- una amplia bibliografía pro mar para Bolivia. Entre otros “El mar enterrado” de Patricio Jara, “Geografía Náutica de Bolivia” de Ramón Vidal Gormaz y “Mejillones” de la joven escritora y periodista Claudia Bosay; obras que afirman en común, por ejemplo, que el Estado chileno en los años 1881-1886 (administración de Domingo Santa María) se encontraba ofuscado por hacer propio el Litoral boliviano.

Lo anterior nos lleva una vez más al invariable convencimiento de que Bolivia jamás perdió su cualidad marítima, su territorio costero y su consiguiente espacio oceánico.

El autor es abogado.