Debido a experiencias del pasado, hay la convicción de que las reservas internacionales son sumamente importantes porque sirven para atender obligaciones y pagos con el exterior, para respetar la política cambiaria, los depósitos de la colectividad y, en modo especial, para mantener la estabilidad macroeconómica; pero muchas veces se hace abstracción de estas verdades y se recurre a ellas con gran facilidad ante cualquier mínima contingencia.
En diciembre de 2014, las reservas alcanzaron el récord de 15.084 millones de dólares; se ha registrado últimamente una merma de 5.910 millones de dólares; es decir, una disminución del 39%. Según informes del Banco Central “las reservas internacionales netas (RIN) de Bolivia cayeron en 10.5% en ocho meses. En diciembre de 2017, alcanzaron 10.261 millones de dólares, y al 10 de agosto de esta gestión registró un saldo de 9.174 millones, una caída de 1.087 millones de dólares en términos absolutos”.
Muchas veces, el ex–presidente del Instituto Emisor, Dr. Juan Antonio Morales, previno en sentido de la urgencia de “preservar los activos del BCB porque eran la mayor garantía de la estabilidad macroeconómica del país”. Informaciones fidedignas dan a conocer que las actuales existencias del RIN no alcanzan para cubrir “dos meses de importaciones”; sin embargo, hace tres meses el Ministro de Economía dijo, en un programa televisivo, que “las reservas alcanzaban para seis meses de importaciones”. Se añade que “una simple resta indica que las reservas (RIN) al 10 de agosto solamente pueden cubrir 1.96 veces el valor de las importaciones registradas a junio” (ED 26-8-18).
La importancia de mantener lo más altas las RIN es determinante para tener alguna seguridad macroeconómica y, para ello, nada mejor que informar y actuar bajo parámetros realistas que se ajusten a verdades absolutas, porque “el juego de fechas y cantidades” no le hacen bien al Estado y mucho menos al gobierno que, en todo caso, debe actuar con absoluta transparencia en todo sentido, especialmente cuando se trata de informes que, en todo caso, pueden despertar susceptibilidades y desconfianzas no solamente en lo interno sino en niveles internacionales.
Lo cierto es que hay un clamor en toda la población: el gobierno tiene que observar conductas de austeridad en todos sus gastos y, en lo posible, reducirlos lo más que sea posible, especialmente cuando se trata de contratar mayor burocracia que no es necesaria, puesto que la existente en todas las dependencias gubernamentales es excesiva. La austeridad implica un manejo muy celoso de lo poco que se tiene, cuidar las RIN y evitar gastos que son superfluos e innecesarios; promover el crecimiento de todas las actividades productivas del país y actuar con parámetros de absoluta honestidad y responsabilidad.
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