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[Álvaro Riveros]

Clepsidra

Subsidio: ¿sinónimo de suicidio?


Al margen de un innegable contenido social que puede o debe contener un subsidio, se debe resaltar que éste se concede normalmente a familias de escasos recursos para que puedan acceder a la canasta básica de alimentos; de lactancia; vivienda; vejez; niñez, etc. Existen también aquellos que favorecen ciertas actividades productivas de un país, con miras de aliviar, por tiempo determinado, la carga de algunos servicios sobre los ingresos de los más necesitados, es ahí cuando prima la solidaridad y tales subvenciones son aceptables por todos; empero, cuando estas ayudas directas o indirectas se politizan, y gravan onerosamente y por mucho tiempo la estabilidad económica de la nación, es menester readecuarlas o simplemente suspenderlas.

Durante la inauguración de una línea de trasmisión eléctrica, S.E. declaró que no todo debía estar subsidiado por el Estado y que era necesario subir el precio del servicio. Así, pues, dijo:

“Tenemos la obligación, nosotros, hermanos y hermanas, de un poquito subir el costo de energía para regular, porque no todo puede ser subvención y subvención. Tienen que entender, porque la exagerada subvención sería una sangría económica, y hace daño” (SIC).

Sin embargo, horas más tarde, pese a esas cuerdas reflexiones que parecieron salir de la más profunda erudición de un sabio estadista, surgió la consabida retractación, que echó por tierra esos inteligentes razonamientos, negando lo dicho y afirmando que “nunca” pensó nivelar los precios y todo se trató de una mala interpretación de sus otrora sesudas declaraciones, lo que nos lleva a pensar que: o tiene un doble, o cuenta con un entrometido en el entorno, que sufre un pavoroso mal de Alzheimer.

No deberíamos olvidar que uno de los momentos más críticos que le tocó vivir a este gobierno fue la navidad del 2010, cuando mediante un decreto supremo muy difícil de negar, porque ya estaba escrito y bautizado por el pueblo como el “gasolinazo”, decidió acabar con la onerosa subvención a los carburantes, incrementando el precio de éstos a niveles que la ciudadanía no toleró y decidió salir en una protesta que estuvo a punto de acabar con el gobierno.

Ahora bien, que las actuales subvenciones a los hidrocarburos han pasado ya el nivel de lo tolerable, creemos que ya no hay quien lo niegue, lo triste es que ya no contemos más con el aliado venezolano que evitó ese vil aumento de hasta el 57% en la gasolina y un 82% en el diésel, como señalaba ese perverso decreto navideño de marras.

Aunque S.E. primero aceptó la necesidad de incrementar las tarifas a los servicios de gas y energía eléctrica y luego lo negó, sabemos que en algún momento los bolivianos tendremos que sacudirnos esta voluminosa carga que no nos favorece y, por el contrario, sólo sirvió para mantener una paridad cambiaria ficta que, al igual que en la Argentina, tendremos que resolver con un costo muy elevado, antes de comprobar que ese subsidio fue el sinónimo de un suicidio.

 
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