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[Armando Mariaca]

Serenidad y prudencia ante decisión del TIJ


Se anunció que la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitirá su fallo sobre nuestra demanda contra Chile y es preciso, bajo todo principio y circunstancia, que en Bolivia se observen las conductas más racionales, serenas y prudentes sobre lo que diga tan importante institución de justicia.

Mucho se ha especulado sobre la posibilidad (algunas personas han sostenido la “seguridad”) de que La Haya emita un fallo favorable a Bolivia y que ello implicaría “un pronto retorno al Pacífico”. Así, hay posiciones totalmente ajenas a toda realidad porque hay que entender que ese tribunal no actúa a ciegas y menos impulsado por sentimientos de simpatía con uno u otro demandante; se atiene, en todo caso, a antecedentes históricos, a lo justo o no de los reclamos, a ver qué dice y siente la parte demandada; tendrá que ver qué es lo que corresponde y hasta dónde han sopesado, examinado y pensado los jueces supremos para arribar a decisiones.

En todo caso, lo que falle el TIJ no será “un retorno al Pacífico ni la reparación de la injusticia que se ha cometido con Bolivia”, como parece que piensan y sienten políticos del partido de gobierno y, además, una parte de la colectividad nacional. El Tribunal de La Haya lo que hará, en planos de ecuanimidad, será muy preciso y concreto: pedir que Chile se avenga a conversar y dialogar sobre el problema. El Tribunal Internacional de Justicia no podría dar fallos precipitados y que signifiquen, más temprano que tarde, dificultades no solamente para los países involucrados sino para la comunidad internacional.

La victoria nuestra será, en todo caso, que el TIJ reconozca que Bolivia tiene un derecho en el Océano Pacífico e instará a los dos países -Bolivia y Chile- a conversar en franco y amplio diálogo; en otras palabras que, por las vías diplomáticas, ambos gobiernos busquen los mejores medios, situaciones y posiciones para alcanzar alguna solución.

Ahora, si Chile decidiese no acatar lo que señale el fallo, se puede afirmar que no conversará bajo ninguna circunstancia y, si lo hace en el futuro, pediría que sea bajo sus condiciones y conforme a sus sentimientos. Chile no aceptará, de buenas a primeras, lo que decida La Haya o lo aceptará siempre que ese fallo contemple los derechos que creen tener desde el inicio del gran conflicto el año 1879 con la invasión a Antofagasta hasta apoderarse de todo el territorio que fue boliviano.

Ante la situación que sobrevenga, sea cual fuere la decisión del TIJ de La Haya, corresponde que los bolivianos, empezando por el Presidente, su gobierno y su partido, conservemos la serenidad y seamos prudentes en las declaraciones en lo que afirmemos y sostengamos ante Chile y ante la misma comunidad internacional. No corresponden las actitudes y poses intemperantes y chauvinistas, las declaraciones ajenas al respeto y consideración que debe existir entre Estados y gobiernos. Es preciso que los bolivianos asentemos los pies en tierra y no creamos que el fallo de La Haya será totalmente favorable a Bolivia y que por ello “habremos retornado al mar”, hecho que, luego de muy largas conversaciones, llegará algún día y esa solución tardará muchos años.

Pero, al margen de todo razonamiento es preciso y justo reconocer, sin mezquindad alguna, que la iniciativa fue del presidente Evo Morales que tuvo la decisión política - definitiva y terminante- de plantear ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya el problema boliviano y se mantuvo en su posición y ha sido él el principal impulsor de todo el proceso. Por otra parte, es necesario reconocer otro buen paso que dio: convocar a ex–Presidentes y ex–cancilleres para que, conjuntamente el gobierno, piensen, orienten y sugieran las futuras conductas a observarse luego del fallo. En principio, la primera reunión fue positiva y cordial.

Por todo ello, es de esperar que el Presidente de la República, mantenga cordura, mesura, prudencia y respeto; que nunca cree expectativas ajenas a la realidad que muy luego decepcionen a la colectividad y den lugar a reacciones contrarias al sentido común, al respeto y consideración que en todo momento debemos conservar así ese fallo tan esperado no sea del agrado nuestro. Lo que hagamos frente a Chile, con miras al presente y al futuro, tiene que ser cordial, honesto y digno.

Si no hay diálogo y acuerdos después del fallo de La Haya, hay que tener conciencia de que nuestro retorno al Pacífico será posible tanto cuanto los tres países -Bolivia, Chile y Perú - así lo demanden y decidan por propia voluntad y conveniencia y concreten una alianza integradora para conformar un polo de desarrollo que beneficie a las tres naciones.

Mientras se produzca el fallo, lo que corresponde es que todos, gobernantes y gobernados, actuemos con prudencia y responsabilidad debidas con la verdad, sin sofismas ni chauvinismos ni patrioterismos que siempre hacen daño y, en casos, debilitan o anulan los diálogos. No corresponde que ahora se maneje el caso con miras electoralistas o buscar dividendos partidarios que serían ajenos al sentir de todos los bolivianos.

 
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