Muchas veces, autoridades municipales de La Paz han expresado la necesidad de preservar los bosquecillos que tiene la ciudad en diferentes zonas; sin embargo, la realidad siempre ha mostrado descuido y nomeimportismo al respecto, porque regiones como Pura-Pura, Següencoma, Calacoto, Achumani, Obrajes y otras que contenían árboles y vegetación han sido víctimas de loteadores y personas inescrupulosas que se han encargado de suprimir árboles y todo tipo de vegetación, sin que las autoridades de todo tiempo pongan freno a ese extremo y sancionen enérgicamente a quienes destruyeron parques y bosquecillos.
Hace pocos días, autoridades del municipio han señalado la “urgencia de preservar los bosquecillos paceños”; la declaración (ojalá sea propósito a cumplirse) es una más de las muchas que se hizo en el pasado y las pruebas están en esas mismas regiones que ya no cuentan con arboledas; mayor ejemplo es el caso de plazas como la de Obrajes, donde por la manía “enanística” de la Alcaldía, han sido derribados hermosos y frondosos árboles; se ha afeado esa plaza y se la ha dejado sin árboles que eran pulmones y vida del barrio y de la ciudad.
¿De qué valen declaraciones que no se cumplen? ¿Por qué la manía de erradicar bosques y plazas surge casi siempre de las mismas autoridades municipales que, bajo el pretexto de modernización, arrasan con los pocos árboles de la ciudad? La misma construcción del teleférico ha dado lugar a que importantes especies de árboles sean destruidas, aunque existe la certeza de reponerlos con especies nuevas.
Los bosquecillos en la ciudad de La Paz eran muy importantes y necesarios, inclusive en tiempos en que funcionaban los ferrocarriles, caso del atendido por la Bolivian Railway como el Peruvian entre La Paz y Guaqui; esos árboles evitaban mayor contaminación por el humo lanzado por las locomotoras y, además, proporcionaban a la población un medio seguro, barato y necesario para el transporte de pasajeros y carga; pero políticas equivocadas dieron lugar a que sean anulados ambos ferrocarriles (con el F.C. La Paz – Beni completarían un triple servicio), se levanten los rieles y se entregue las estaciones a la empresa que llegó a capitalizar la Empresa Nacional de Ferrocarriles.
El propósito de preservar los bosquecillos tiene que convertirse en realidad desalojando a quienes los han invadido y, además, reponiendo árboles y otras plantaciones. Es necesario cuidar lo poco que queda, evitando que los depredadores y loteadores sigan apoderándose de lo que es de la ciudad y merece ser conservado. La Paz es una capital que con menos arboledas cuenta, porque las políticas municipales de depredación pueden más que las urgencias de contar con más áreas verdes. Es de esperar que acaben las acciones depredadoras y se cumplan compromisos de conservación de lo ya poco existente.
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