La espada en la palabra
Este pobre país se halla entre dos cosas apremiantes que ocupan la mente de sus más fervientes patriotas, hombres de acción y pensadores, y está tan atento a esas dos cosas como un hombre que espera del destino dos respuestas definitivas para su vida ulterior. Es como si dos espadas apuntaran al cuello indefenso de un caballero rendido. Es como una tensión constante.
Se ha corrido un largo camino que ha cansado los pies, pero que se espera brinde un fruto de recompensa. La demanda interpuesta hace cinco años es el producto de una larga lucha de más de un siglo, una lucha que, vista desde ciertas perspectivas, sí tuvo algo de sistemática, mucho de coherente y mucho más de constante, aunque haya voces que digan todo lo contrario.
Hay algo que se llama Derecho boliviano al mar, y es el resultado de los varios intentos que a lo largo del tiempo la diplomacia boliviana ha ejecutado con el fin de que el país regrese a la costa para tener un puerto útil. La demanda boliviana no contempla la revisión del Tratado de 1904, mas solamente pide que la CIJ obligue a Chile a cumplir su compromiso (expresado formalmente en varias ocasiones) de negociar con Bolivia de buena fe una salida soberana al mar. Esto representa el ejercicio de una facultad judicial. Más allá de que la historia de las relaciones internacionales establezca que, al haber habido procesos de revisionismo de tratados, no existen pactos intangibles, más allá de todo, Bolivia pone el Tratado al margen en este proceso jurídico.
Sería una ingenuidad pensar que la CIJ dará mar a Bolivia; sería ingenuo, por decir lo menos, creer que el 1 de octubre los bolivianos tendrán por fin llegada al océano Pacífico. De lo que sí no debe caber duda es de lo siguiente: el 1 de octubre será un hito en la historia de esta lucha. Lo que los sensatos y prudentes esperan es un fallo favorable a Bolivia, ciertamente, pero con matices. Algunos expertos hablan de ambigüedad; otros, de tibieza o vaguedad en el marco de la favorabilidad final del dictamen. Lo que yo calificaría ya como un gran fallo favorable a Bolivia sería que la Corte obligue a Chile a negociar, sin importar tanto el tiempo que se deba invertir en las negociaciones, pero que lo fuerce a negociar. Creo que uno de los peores escenarios que se pudieran presentar sería si la CIJ solamente “invitara” al país demandado a entrar en negociaciones; esto no generaría compromiso alguno de negociar ni de buena fe ni en un plazo determinado. Y entonces sería lo mismo que nada.
Como fuere, hay que tener en cuenta que, de acuerdo con la jurisprudencia, la Corte puede fallar tomando solamente una parte de lo que pide el demandante.
Pero hagamos ahora referencia al otro gran problema que atosiga la conciencia del buen boliviano. Hablo de la democracia y la institucionalidad. Y es que hay una vinculación indirecta entre proceso de La Haya y la democracia boliviana. El resultado del juicio ha de tener consecuencias en las pulsiones políticas referentes a las elecciones de 2019, qué duda cabe. Pero hay que saber distinguir y separar las cosas. El fin del proceso judicial boliviano ha de repercutir en la fuerza electoral de los potenciales candidatos y ha de despertar vivas pasiones políticas. Los ingenuos han de ser seducidos o engañados. Las masas han de ser arrastradas por el discurso inflamado de patriotismo, pero ¡sepamos diferenciar que lo uno es una política de Estado y no la de un solo gobierno y que lo otro concierne a la salud moral de todo un país! Son cosas independientes que deben ser asimiladas con sentido crítico y prudencia, ¡prudencia sobre todo!, que es el miedo sabio, según Tamayo.
El autor es licenciado en Ciencias Políticas.
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