Hernán Maldonado
El presidente Evo Morales asimiló mal, en su juventud, las enseñanzas que le impartía en el Chapare su mentor trotskista Filemón (Filipo) Escóbar. Lo básico que aprendió fue que todos los males de Bolivia eran culpa del “imperio”.
Quizás porque el talentoso revolucionario minero no terminó su labor es que cuando Morales, como dirigente sindical, llegó a la presidencia, no tuvo empacho en culpar también de esos males al “imperio romano”. ¿Recuerdan?
Intuitivo como es, fue todo oídos para su patrocinador financiero, el militarote venezolano Hugo Chávez, y en el transcurso de pocos meses se corrigió a sí mismo y especificó que su lucha era contra el imperialismo estadounidense y expulsó a su embajador en La Paz.
Se alineó con los socialistas del Siglo XXI, manipulados desde La Habana a través del Foro de Sao Paulo, justo cuando los precios de las materias primas de exportación alcanzaron las nubes, permitiéndoles a esos regímenes disfrutar de montañas de billetes.
El despilfarro fue colosal (sin contar los millones que se metieron en los bolsillos los “socialistas”). Un simple ejemplo. Chávez construyó una media docena de estadios para una Copa América en un país cuyo deporte principal es el béisbol. Hoy esas inmensas moles están comidas por la yerba. Costosos equipos electrónicos desaparecieron.
En Bolivia, sin escuelas ni hospitales suficientes, en el Chapare (zona productora de coca, materia prima de la cocaína) se construyó un aeropuerto que nadie utiliza y dos estadios de fútbol con capacidades de hasta 25.000 personas, en poblaciones de menos de 3.500 habitantes.
Tan gigantesco como el despilfarro es el antiimperialismo desde las alturas de poder. En Venezuela, pocos caen en cuenta que no existiría chavismo si no fuera que el “maldito imperio”, es el único que paga al contado el petróleo que le compra. “Yanquis de m… ¡Váyanse para el c…! vociferaba Chávez para consumo de los ignorantes y resentidos sociales fanatizados por su demagogia.
Morales, no tan soezmente, no pierde ocasión para denostar al imperio y hasta cierta prensa “independiente” se solaza titulando que el caudillo cocalero, a dos metros de Trump, le dijo “verdades” en su cara en la ONU, cuando lo cierto es que Trump parece que ni lo escuchó. Especialmente cuando Morales exigió respeto a la democracia, precisamente siendo él quien no respeta el resultado del referendo del 21F que le prohíbe reelegirse.
Pero ese no es el punto. El “antiimperialismo” retórico es enormemente perjudicial a Bolivia (Y no digamos el apoyo que desde Harry Truman teníamos respecto a la causa marítima), sino en el aspecto comercial al desperdiciar un mercado colosal.
Los que no vociferan contra el imperialismo ven crecer sus exportaciones colosalmente. Las múltiples cadenas de supermercados están atiborradas de productos que en Bolivia se vende por baratijas o que se pudren en los tambos y que, si se los exportara, otra sería la historia. Hasta perdimos las ventajas arancelarias, ¿no?
Los miércoles esos supermercados ofrecen “rebajas” especiales. La harina PAN, que en Venezuela prácticamente se regala debido a la crisis, ahora también se produce en Nueva Jersey y se vende el kilo en $2,90, precio que financia lo que su productor pierde en Venezuela, obligado por el régimen.
Las pequeñas paltas mexicanas, de cáscara negra, cuestan c/u $1.25. La papaya dominicana $1.35 la libra. Una docena de pequeños habaneros dominicanos (ají picante) $1.45. Manzanas chilenas, una bolsa de 4 libras cuesta $7.99. Mandarinas peruanas (del tamaño de un ojo), la bolsa de 4 libras $5.99. Plátanos dominicanos para freír $1.00 cada uno, etc. etc. ¡Ah, la lucha antiimperialista! ¿O es mejor seguir sembrando coca?
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF.
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