José Gervasio Artigas Arnal, militar, estadista y prócer uruguayo, nació en Montevideo el 19 de junio de 1764, en el seno de una de las siete familias fundadoras de dicha capital, en tiempos en que formaba parte del Virreinato del Perú. Respetado dentro de su patria y admirado en el continente y el mundo por su fecunda existencia, a pesar del vendaval de años que lo separan de nuestra época, su testimonio como pionero de la emancipación americana pervive en la memoria colectiva.
Artigas jugó un destacado papel en la independencia de la República Oriental del Uruguay, por entonces sometido su actual territorio a los imperios español y portugués. En 1814 creó la Liga Federal, conocida como la Unión de los Pueblos Libres, conformada por las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. Víctima de traición de algunos de sus allegados y derrotado por uno de ellos en 1820, transitó el camino del exilio rumbo al Paraguay, tierra de adopción en la que permaneció durante treinta años.
Aparte de ese tangible aporte, el uruguayo dejó como legado algunos pensamientos de trascendencia política que lo retratan de cuerpo entero, expresando percepciones y nobles principios que lo inspiraron. Veamos algunos de ellos:
“Con libertad no ofendo ni temo”, que significa algo así como ni doy ni quito nada, dentro del marco legal establecido que rige el destino de los pueblos y todos los ciudadanos debieran acatar.
“Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. En el monumento donde empieza el barrio de Calacoto, en la ciudad de La Paz, se encuentra la placa recordatoria del héroe, junto a una escultura, consignando este bello pensamiento de apego al derecho y respeto a la decisión ciudadana, por encima de cualquier ambición burda y mezquina. Y reafirma sus conceptos: “Para mí no hay nada más sagrado que la voluntad de los pueblos”.
A lo largo de la historia, en varios países se recuerda las acciones y pensamiento de verdaderos próceres, como Mahatma Gandhi en la India, José Martí en Cuba, Winston Churchill en Gran Bretaña y Nelson Mandela en África del Sur, para sólo citar cuatro casos de diversa época, que asumieron actitudes dignas de encomio y pervivirán por siempre en fusión de vida y obra. A tan selecto núcleo pertenece José Gervasio Artigas Arnal.
Miguel de Unamuno hace muchos años calificó a la epopeya de Artigas: Historia de los tiempos heroicos del Uruguay, como la más hermosa obra de Juan Zorrilla de San Martin (1855-1931), apuntando a su manera: “los más grandes poetas, y hasta los más grandes pensadores, han sido forjadores de frases. Por una frase vive la memoria de un hombre; por una ‘frase inconsútil’, como llama Zorrilla a aquella de Artigas: con libertad no ofendo ni temo. Cada uno de los legendarios sabios de Grecia era autor de una sentencia que iba para siempre unida a su nombre”.
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