Cuando se vislumbra posibles huelgas y paros, cuando se tiene conocimiento de lo que se prepara por parte de grupos sociales y, mucho más, cuando se calcula posibilidades de que pueden producirse bloqueos, es preciso que las autoridades no esperen que se produzcan y estallen esos extremos que, en plena realización, resultan difíciles de encarar.
Vivimos tiempos de solo recordar un auge económico-financiero que ya pasó y que será difícil reeditarlo; pero ese simple recuerdo deja estelas peligrosas que las autoridades no toman en cuenta y aplican las letales políticas del “dejar hacer y dejar pasar” por la creencia absurda de que “todo se desinflará”. Lo cierto es que cuando hay amenazas de posibles males, lo que corresponde es ser previsores, precavidos y prudentes para estudiar y ver qué se puede hacer, cómo se puede encarar el posible conflicto y no esperar que se produzca para ver qué se hará.
En muchas oportunidades del pasado, especialmente cuando la COB tenía mucha fuerza y poder, el gobierno, sabedor de seguros conflictos, vivía atenido a que parte del organismo obrero “obedecía al gobierno porque era parte del partido”; pero igual estalló el conflicto cuando se lo veía venir desde hacía tiempo. El problema surgió y detrás de éste, otros, porque hay sectores que esperan cualquier situación conflictiva para mostrar “la cara de sus problemas” en el entendido de que el gobierno, atosigado por las huelgas y paros, recién resolverá las situaciones críticas que se presenten.
Huelgas, paros, amenazas y otros extremos que derivan en bloqueos le hacen daño al país y no solamente al gobierno que es contra quien extreman posiciones los dirigentes que, demagógicamente, incentivan aquello que pueda tener más efecto. Es, pues, el país el que sufre las consecuencias de los actos que se cree son constructivos para las grupos sociales, cuando en realidad son negativos, porque sus consecuencias afectan a los mismos trabajadores o sectores a favor de lo que, se dice, estallaron los conflictos. Los bloqueos son atentados contra toda la nación, son extremos que perjudican al país y le producen desprestigio internacional. Todos los extremos que se dice son “a favor de sectores laborales en demanda de reivindicaciones” no son otra cosa que acciones negativas que perjudican las inversiones, disminuyen la producción, destruyen lo medianamente fabricado, paralizan maquinaria y causan desastres económicos de gran cuantía que, más temprano que tarde, redundan en perjuicio de quienes han promovido los extremos.
El gobierno nunca debe esperar el estallido de un conflicto sin haber agotado, mediante el diálogo, todos los recursos que eviten lo que afecta a todos y causa serios trastornos a la nación.
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