Según un estudio elaborado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Venezuela es un país que padece altos índices de hambruna crónica. El drama para 25 mil personas que diariamente emigran del país es por la falta de alimentos, lo que tiende a causar estragos en la población. Pero, al margen de lo que ocurre en Venezuela, que son extremos que jamás se había visto en el continente, según la FAO “tres países: Bolivia, Nicaragua y Guatemala sufren por estar subalimentadas porque ingieren bajas calorías necesarias para su actividad diaria”.
Refiriéndose a Bolivia, señala el estudio: “El ‘ranking’ del hambre lo lidera Bolivia con el 19,8% de su población subalimentada”. Nicaragua está con el 16,2% y Guatemala con el 15,86%. En los tres países se observa elementos comunes: “Tienen una gran cantidad de población rural e indígena muy vulnerables a los efectos climáticos y tienen dificultades para acceder a servicios públicos básicos necesarios para la seguridad alimentaria”. Señala el estudio: “Bolivia tiene una subalimentación alta, pero es el país que más la ha disminuido en los últimos veinte años. Y en la última década el hambre en este país disminuyó de un 30,3% a un 19,8%”.
Anota, como ejemplo para todos, el caso del “Perú que atacó la desnutrición crónica de niños y se convirtió en un ejemplo mundial”. Analiza los casos de Argentina que produce grandes cantidades de alimentos, pero su población tiene índices de hambre. “A nivel general -dice la FAO- en América Latina y El Caribe, el hambre ha crecido por tercer año consecutivo”. Los datos son estremecedores porque prueban, una vez más, que los extremos de pobreza que hay en el país nuestro son preocupantes y muestran la necesidad de que sean adoptadas medidas muy drásticas para vencer la carencia de alimentos y ello será posible en tanto las áreas agrícolas sean repobladas y se incentive el cultivo de alimentos, que en los últimos diez años ha sido descuidado. El agro -especialmente en la región occidental del país- requiere de un trabajo sistemático por parte de campesinos e indígenas que carecen de semillas, abonos, herramientas y maquinaria, aparte de no contar con precios que les permitan mejorar tanto la calidad como la cantidad de sus productos. En muchos casos, se prefiere cultivar hojas de coca, por sus altos réditos financieros (ED 18-9-18).
Los casos señalados por el informe de la FAO deben ser tomados en cuenta y es el gobierno, conjuntamente el asesoramiento de entidades internacionales, que debe invertir y promover una mayor producción cualitativa y cuantitativa de alimentos; pero, sobre todo, mediante los sistemas educativos, inculcar a las familias el buen uso de alimentos y la urgencia de que sus hijos ingieran las cantidades debidas y no solamente las “necesarias que les llene el estómago”. Mucho dependen de las familias los cambios de mentalidad en relación con el consumo de alimentos para vencer el hambre y los excesos de pobreza.
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