Chile se siente victorioso y aún está de fiesta. Y nosotros nos sentimos compungidos y estamos de luto. Esta realidad se impone desde el momento que la Corte Internacional de Justicia asumiera el Fallo que señala: “Chile no tiene obligación de negociar con Bolivia la salida soberana al Pacífico”. Y punto.
Chile cree que ha blindado sus conquistas territoriales y mar territoriales con el Tratado de 1904 y el Fallo del 2018. Pero está muy equivocado. De por medio está el sentimiento patriótico del boliviano que no cejará en su propósito de recuperar la cualidad marítima arrebatada por una invasión militar en 1879.
Chile cree que no pudimos revertir el Tratado de 1904 y quienes vienen detrás de nosotros tampoco podrán revertir el Fallo del 2018. Pero está muy equivocado, pues las generaciones que nos sucederán vienen con nueva mentalidad, es decir con una mentalidad de vencedores, buscando revertir, sobre la base de estas experiencias adversas, aquellas engorrosas instancias, mediante mecanismos que el caso aconseje. Además desprovistas de todo cálculo político.
Chile se siente seguro con un Tratado y aliviado por el Fallo favorable a sus intereses expansionistas. En este marco ha consolidado los muros, de índole jurídico, que posiblemente regularán toda aproximación con Bolivia. Pero está muy equivocado. Los países, sean quienes fueren los gobernantes, se requieren, los unos y los otros, para complementarse, por el bien común. Para cultivar amistad, con miras al futuro.
Chile cree que somos unos perdedores y que merecemos el purgatorio. Pero está muy equivocado. Nosotros, los bolivianos, sabemos quiénes son los perdedores. Tampoco estamos tras la cabeza de éstos, porque ya no representan opción alguna en este tema. La historia los juzgará tarde o temprano. Así que Chile debería mantener la cordura y serenidad.
La historia recogerá como un “duro revés”, lo ocurrido el 1 de octubre del 2018, en La Haya. Un acontecimiento, doloroso, que marcará nuestra frustración, más inconcebible, en la búsqueda de recuperar lo nuestro. Pero esta frustración no es ni será definitiva y hay que darle tiempo al tiempo.
De veras que aún no nos estamos dando cuenta de la magnitud que representa aquel “duro revés”. Porque, sencillamente, seguimos turulatos o impactados. Desgraciadamente nos es difícil reponernos de ese golpe fatídico. Pero pronto estaremos en condiciones para dar respuestas diplomáticas, contundentes, en unidad nacional, a Chile.
El “duro revés” nos dejó confundidos, indudablemente, a gobernantes y gobernados. Fue la respuesta al clamor popular y a la férrea unanimidad ciudadana en torno a la causa marítima.
En suma: he ahí un antes y un después del Fallo en la demanda contra Chile.
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