Todos los seres humanos están dotados de la aptitud natural de razonar, a menos que alguno tenga el infortunio de padecer de una lesión mental. El razonamiento es el sustento del comportamiento humano, si se careciera del mismo virtualmente no habría posibilidad de que el globo terráqueo estuviera poblado, porque se carecería de la aptitud de vivir, individual y colectivamente.
El razonamiento, entonces, es el componente vital de la mente y por añadidura de la existencia humana. Inclusive tiene que ver con el conglomerado animal. Ni siquiera es suficiente disponer del instinto, que efectivamente tiene mucho que ver con la conservación y la necesidad de la vida. Pues si éste no se halla dotado de algún fragmento, al menos, de razonamiento, no habría lugar para sobrevivencia alguna.
La posibilidad de razonar tiene, empero, muchas variantes. En el caso de los seres humanos, la calidad que se quiera dar a la existencia depende de esta facultad, de razonar. Si acaso no se la utiliza adecuadamente, se producen los desvaríos, si acaso no la pérdida de hacer buen uso de tan fundamental recurso que se tiene.
Una de las maneras de emplear correctamente el razonamiento es el comportamiento o la conducta que se le quiere imprimir a la vida propia y a las de los demás. Puede y debe asignársele calidad cuando se procura que ella sea sana, pero, a la vez, que se la participe de igual modo con la familia y la sociedad.
El individualismo, el aislamiento y la exclusión son contraproducentes para las propias conveniencias y sentimientos individuales, porque se corre el riesgo de terminar siendo una simple abstracción, un no ser y peor todavía, una entelequia, en suma ser nada, nadie.
El razonamiento es el resumen del ser, de él depende el equilibrio de la mente, de la conducta y del espíritu. En este último caso, podría expresarse que es el producto de la virtud en su acepción más exquisita y pundonorosa.
De no disponerse de la capacidad de razonar se puede incidir en el error. Puede ser también que por falta de un buen razonamiento se incurra hasta en delitos de distintos alcances de gravedad, como podría ser inclusive matar a otro ser humano.
El razonamiento tiene que practicarse en toda circunstancia de la vida. De forma instintiva se lo aplica en la familia, pero donde se aprende de los múltiples alcances que posee es en la escuela, en la educación y, por último, en el relacionamiento social.
En contraste, la falta de razonamiento se traduce en malos comportamientos, que pueden extenderse en todas las instancias de la vida, desde el hogar, en la existencia social y en la totalidad de lo que es público. Todo ello se interpreta como una expresión de pérdida del equilibrio y de la sensatez, por lo que puede llegar a constituirse en un desvarío y, en caso extremo, en la pérdida del equilibrio mental.
Al mismo tiempo, corresponde anotar que sin su práctica equilibrada y venturosa se pone de manifiesto el desequilibrio anímico, que se traduce en pérdida del razonamiento o llegar al extremo de lo que sintéticamente se identifica como locura.
El razonamiento, entonces, implica una expresión vital del comportamiento humano, en lo personal, familiar y social. En esta última instancia, que tiene alcance público, puede ser en el trabajo, en el trato con los demás y hasta en los servicios de transporte público, así como también en el simple transitar por las vías urbanas.
En todas estas eventualidades lo que corresponde es guardar la compostura necesaria y la atención que requieran los minusválidos, a la vez brindando a las mujeres el respeto que merecen, sea de la condición social a la que pertenezcan o la edad que tengan.
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