Clepsidra
A pesar de tener que acudir a una segunda vuelta electoral, fijada para el próximo domingo 28 de octubre, Jair Bolzonaro, candidato a la presidencia de la gran nación del Brasil, ha derrotado, por más de 20 millones de votos, a Fernando Haddad, su más próximo oponente y vicario de Luiz Inácio Lula da Silva, tras vencer con el 46% de los sufragios en la primera ronda.
Ello significa que más de 47.000.000 de brasileños que le votaron están hastiados hasta el aborrecimiento, por los casi 12 años de una oclocracia que sumió al Brasil en la más desembozada corrupción y, lo peor, fue utilizada como cuna y plataforma del “Foro de Sao Paulo”, esa especie de Hidra cabalgada por sus cuatro jinetes apocalípticos: Castro, Lula, Chávez y Kirchner que, con ella se metieron en varios países de la región, para expoliarlos, convertirlos en sus satélites, y al final dejarlos como los peores ejemplos de retraso y pobreza.
Todavía retumba en nuestra memoria la postura mesiánica del líder del partido de los trabajadores brasileños cuando se comparó a sí mismo con Jesucristo, como si fuera víctima de ateos, incapaces de apreciar la divinidad de un ser omnipotente. En esa supina ignorancia, los zalameros de su entorno avivaban el fuego de la lisonja, comparándolo con Nelson Mandela, Martin Luther King y otros, pero jamás con él mismo, lo que habría constituido una ridiculez.
Y así llegó lo que siempre suele suceder con esta suerte de autócratas; el frenesí por eternizarse en el poder, para lo cual era necesario hacer saltar por los aires los mandatos de la propia Carta Magna que le impedían ser candidato por estar incurso en delitos de corrupción. Para justificar lo ilegal, era necesario acudir a las célebres muletillas que potabilicen su anhelo. Gleisi Hoffman, a la sazón presidenta del mismo partido y procesada también por corrupción afirmó: “No hay plan B, Lula es nuestro candidato y será inscrito en la Justicia Electoral”. Que la ley lo impida no parecía ser un asunto que les quite el sueño.
Una media docena de causas judiciales por corrupción, cohecho, Lava Jato, tráfico de influencias, anomalías en la compra de 36 aviones caza suecos, más los típicos delitos que acostumbran cometer los déspotas inexpertos y que alguna vez fueron el signo del poder, fue la línea que marcó el propio Lula de estar más allá del bien y del mal, que es lo mismo que afirmar que las normas fueron hechas para todos menos para él, aquellas mismas normas que posteriormente echaron a la cárcel, al otrora humilde tornero de San Bernardo do Campo.
Eh ahí una síntesis de lo que acontece en esa hermana república, donde por culpa de una trasnochada combinación de un socialismo delictualmente utilizado, el organismo del brasileño se resintió y ahora el corazón del Brasil debe latir a la derecha.
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