El filósofo Aristóteles sigue con vida, pues el legado de obras, mensajes y definiciones profundas enmarcadas en forma perspicua, continúa alumbrando y conduciendo a la humanidad. Una de las definiciones más profundas y vigentes después de más de dos milenios es la que forjó para el Derecho: “El Derecho es la razón libre de pasión”, esclarecedora y contundente guía eficaz y omnipresente para todo buen jurista o juez; diametralmente opuesta a la manida definición de Derecho que se transmite en las universidades, “conjunto de leyes para regular la vida de interrelación”, definición inanimada que en nada ayuda, antes de la acción, al desempeño de los estudiantes y profesionales de las leyes.
¿Por qué la mejor y la más turgente en sabiduría?, porque actuar con la razón en todas nuestras intervenciones de interacción nos evita ser esclavos de las pasiones, conspicuas generadoras de todas las desgracias humanas cuando no se las domina, según opinión de este columnista.
Específicamente para los juristas, actuar sólo con la razón libre de pasión evita la inequidad, injusticia, parcialidad y los afectos y desafectos, además de constituirse en un detente poderoso contra de corrupción, pues la codicia es activada por la pasión. Actuar con la razón evitaría los contenciosos imposibles, iniciados irreflexivamente por los honorarios, sin causa de razón material para litigar, que tanto perjudica a demandantes y demandados.
En vida Aristóteles nos dejó muchas obras, enseñanzas con sus máximas y frases, cuyo análisis filosófico y coloquial es inamisible para los escritores y estudiosos; vemos ahora algunas de ellas que nos permitimos analizar:
“Es señal de una mente educada ser capaz de entretener un pensamiento sin aceptarlo”; Aristóteles nos guía a la prudencia con este pensamiento en las situaciones de presión de las omnipresentes tentaciones de todo género.
“Conocerte a ti mismo es el principio de toda sabiduría”; conocerse a sí mismo es el emprendimiento intelectual más complejo en los humanos, pues se desarrolla la pugna entre la vanidad y la soberbia y el reconocimiento de nuestras imperfecciones que decanta en la honestidad.
“La paciencia es amarga, pero su fruto es dulce”; la paciencia, esa capacidad de soportar molestias de todo género sin rebelarse o la capacidad de contención, guiándonos Aristóteles a modular el carácter con sacrificio estoico y al final el resultado es más que dulce. Paciencia para todo emprendimiento u objeto en la vida.
“Sin amigos nadie escogería vivir”; nos orienta Aristóteles que la amistad, esa relación de confianza y afecto profundo y leal entre personas, despunta en ellas que atesoran la solidaridad y la empatía, además del ejercicio de las virtudes, sin esperar algo en reciprocidad.
“El placer en el trabajo lleva a la perfección en el resultado”; Aristóteles nos induce a creer en la perfección en el trabajo que dignifica a las mujeres y hombres, porque toda participación, aun la más pequeña en el ser, siempre denota un paso hacia lo pleno y completo. También la perfección ético-religiosa es vital, pues es la consumación de las virtudes morales y la unión con Dios.
“El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice”; Aristóteles es contundente, pues infiere qué importante es pensar antes de decir, así la humanidad evitaría todos los problemas personales y legales que la agobian.
“La excelencia nunca es un accidente, siempre es el resultado de la alta intención, esfuerzo sincero, inteligente y ejecución, que representa la sabia elección de muchas alternativas. Elección no por azar, determina su destino”; Aristóteles nos plantea que el camino de la excelencia es arduo, porque debe superar infinidad de escollos para la decantación de la perfección, que es su atributo.
Lo más proceloso en este camino son las opciones que se presentan y éstas tienen el raigambre de lo fácil y accesible, por ello la elección, como indica Aristóteles, no debe ser bajo esa anterior premisa, menos al azar, sino elegir la opción más difícil; es la excelencia por antonomasia.
“La peor forma de desigualdad es tratar de hacer las cosas desiguales iguales”; esta es una máxima muy reflexiva para nuestros tiempos, en los cuales la desigualdad es una constante. Aristóteles nos conduce a comprender y a aceptar la esencia o la quididad de las cosas y las personas que son inmutables, entonces, comprendiendo a profundidad esta frase se eliminaría las desigualdades entre los géneros, que tanto daño ocasionan a la humanidad.
El autor es Abogado Corporativo.
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