Jhiery Fernández:
Casi cuatro años tras los muros de San Pedro, Jhiery Fernández ayudó a muchos enfermos abandonados a su suerte, vio el drama de varios inocentes sin sentencia y aprendió dos nuevos oficios
La justicia boliviana está en terapia intensiva y herida de muerte por los malos funcionarios fue el diagnóstico al que llegó el médico Jhiery Fernández, quien fue sentenciado a 20 años de cárcel siendo inocente y perdió cuatro años de su vida en un proceso con más dudas que certezas y que se hizo público por una investigación que realizó EL DIARIO desde el comienzo del hecho.
Fernández ahora desde su domicilio con medidas sustitutivas habló nuevamente con el Decano de la Prensa Nacional.
Los hechos nos remontan a la noche del 15 de diciembre de 2014, cuando el médico Jhiery Fernández fue aprehendido, acusado de violar al bebé Alexander del hogar Virgen de Fátima.
Como casi nunca pasa, el actuar de la justicia en esta ocasión fue tan ágil que en menos de 24 horas fue enviado al penal de San Pedro de La Paz.
La vida del galeno dio un giro de 180 grados, de estar cuidando y atendiendo niños, pacientes con discapacidad, al otro día despertó en un cuarto lúgubre, frío, aislado de la sociedad, sin derecho a ver, si quiera a sus seres más queridos.
“Era como si el apocalipsis se adelantó para mí y ya estaba viviendo un infierno, y me decía a mí mismo ¿qué pasó?, si yo no hice nada malo y muchísimo menos el delito por lo que me culpan”.
De un hospital, pasó a la “grulla”, un sector del penal, donde van los internos que “se portan mal”, los más agresivos o peligrosos y que están castigados.
Sus primeros días en San Pedro no fueron para nada gratos, desde el inicio fue aislado por completo, no tenía contacto con nadie, era sólo él y las paredes, de lo que antes fue una letrina, su única compañía eran los insectos que salían del piso, sobre el que dormía.
Pasaron algunos días y le llevaron una Biblia, de ahí en adelante fue su único refugio.
“En ese momento tan oscuro de mi vida, sólo podía gritar mi verdad a las cuatro paredes que me encerraban, mi único consuelo fue una Biblia”.
Encerrado y aislado de la sociedad, Jhiery entró en comunión con Dios, mediante la oración pedía que cuide a su familia y rogaba que todo acabara pronto. Esa fe le dio valor para afrontar lo que le preparó el destino.
Al principio, el joven galeno no salía ni al baño a hacer sus necesidades fisiológicas, mucho menos a bañarse.
“Simple y llanamente no se le antojaba sacarme al guardia que cuidaba ese sector, no los culpo, porque cuando llegue al penal fue con el título más horrendo que se puede imaginar el de ‘violador y asesino de niños’, eso hiere la sensibilidad de cualquiera...”.
Los acusados de violación, principalmente a niños, según costumbres en el penal, no tienen derecho a nada. “A un inicio siempre recibía amenazas de todos, como se dice, ahí sería como la ley del talión (ojo por ojo), pero las veces que me molestaban me puse fuerte y gracias a Dios no pasó nada”.
Jhiery temía por su vida todo el tiempo, principalmente porque las personas con las que vivía, algunas eran muy agresivas, por algo estaban en ese sector.
La única comunicación que tenía era a través de una pequeña reja que daba a un pasillo, donde escuchaba que algunos tenían dolencias y les recomendaba qué hacer. Posteriormente, hizo traer medicamentos que tenía en casa y comenzó a regalar a los demás presos.
Anoticiados por la ayuda del médico, los presos de otros sectores pidieron que fuera trasladado a la población, donde le instalaron en sanidad, lugar donde era la iglesia, allí le dieron un espacio, arregló su cama y todo como para vivir, sin embargo, la noche de ese mismo día, los policías, le dijeron que el fiscal (Edwin Blanco) estaba en la puerta pidiendo que vuelva a la grulla, así que fue devuelto al sector, aunque para ese momento ya había perdido el espacio en el que estaba, y empezó a dormir en diferentes lugares.
Posteriormente, enfermos de diferentes sectores, principalmente de La Posta, lo llamaban, así que en el día pasaba visitando enfermos y en la noche buscaba un lugar en la grulla para dormir.
Pasaron más días y los reos de La Posta mandaron una nota pidiendo que el médico pase a ese sector a descansar. Allí se dedicó a trabajar y estudiar.
Atendía las 24 horas, los siete días de la semana. “Yo estaba predispuesto a ayudar en cualquier momento, a cualquier hora, incluso cuando recibía la visita de mis papás o algún familiar”.
Terminó dos carreras técnicas, electricidad y repostería, la última fue la que más le agradó por la entrega y el empeño que le ponía su profesora Angélica Zegales.
Le faltaban seis meses para terminar la carrera de informática en el Instituto Marcelo Quiroga, lo tuvo que suspender porque empezaron las audiencias y debería estar siempre listo a cualquier llamado de su abogado.
Las atenciones que realizaba Jhiery eran de todo tipo, heridas, enfermedades simples como resfríos, cosas graves y hasta dos partos.
El primer niño que ayudó a traer el mundo, dentro del penal, cumplió su primer año en estos días, fue el hijo de una pareja de colombianos.
Dijo que lo más rescatable de los casi cuatro años de encierro son las amistades que hizo, algunos que se fueron y otros que se quedaron, “amistades para toda la vida creo yo, porque nos conocimos en una etapa muy difícil de nuestra vida”.
El 27 de marzo de 2018, cuando lo sentenciaron a 20 años de prisión, sus amigos lo visitaron y lloraron con él.
“Me dieron ánimos para salir adelante y venían todos los días para ver si estaba bien, si seguía comiendo, me cuidaban”.
ENCIERROS INJUSTOS
“Hay mucha gente que está encerrada injustamente, con casos hasta ridículos. Recuerdo que el juez Roberto Mérida que golpeó a su mujer y después dicen que retiraron la denuncia, nadie ha seguido con el proceso, sin embargo en San Pedro, hay cantidades de personas acusadas por agresiones, la mujer retira la denuncia pero la Fiscalía continúa el proceso de oficio”.
“He visto también casos donde la Fiscalía presiona tanto para que se sometan a juicios abreviados y que si no se someten, tienen pruebas para acusar también a su esposa y sería llevada al penal de Obrajes y sus hijos en los orfanatos. En otros casos les hacen cansar tanto con audiencias, que tienen que pagar al abogado, y otros gastos, que ya no pueden más”.
Con dolor, recordó algunas imágenes desgarradoras. “Los niños van a visitar a sus papás, al momento de salir se van llorando agarrando las rejas, sin querer separase y los papás, adentro con el corazón desgarrado, y por no volver a pasar eso se someten al abreviado”.
El médico que salió con detención domiciliaria el miércoles 10 de octubre, apenas cae en cuenta de todo lo que perdió en esos casi cuatro años de encierro. “Pasan los días, vienen visitas, observo cosas y me doy cuenta que ya no es lo mismo de cuando entré, familiares nacieron, otros se fueron, las graduaciones de mis hermanos y otras muchas cosas, ahora voy a tratar de recuperar mi vida”.
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