Los muertos por la represión que ejerce el gobierno de Daniel Ortega contra el pueblo de Nicaragua ya han sobrepasado las quinientas víctimas; poco o nada se sabe sobre los heridos y menos se conoce algo sobre las pérdidas inferidas al mismo pueblo que se ve amenazado, lastimado e invadido en sus domicilios por las fuerzas militares adictas al régimen tiránico de Ortega y su camarilla, el que, parece, no tendrá fin porque existe la intención de permanecer en el poder por tiempo ilimitado.
La comunidad internacional, empezando por Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, emite declaraciones y pronunciamientos condenando al régimen de oprobio que gobierna Nicaragua; pero no hay alguna medida que evite los extremos que vive un pueblo que se sentiría apoyado si hubiesen acciones solidarias a su favor, ya que los simples anuncios o protestas, las declaraciones y condenas de nada sirven porque, cuantas más hay, parece que Ortega adquiere fuerza con todo ello y extrema sus acciones en contra del pueblo que no lo quiere y que busca su alejamiento del poder.
Lo extraño es que haya gobiernos -tres en Latinoamérica: Cuba, Bolivia y Venezuela- que apoyan al régimen dictatorial, alegando que todo pronunciamiento contra el régimen es antidemocrático, puesto que está respaldado por la Constitución de ese país y que nadie, tan solo alegando derecho a favor del pueblo, puede condenar a Ortega. Lo cierto es que día que pasa, aumentan las víctimas, la crisis económica no tiene fin y la provisión de alimentos y medicamentos está más reducida; por el contrario, ejército, policía y demás fuerzas represoras poseen todo y no sufren necesidad alguna; el pueblo es, pues, la víctima de acciones que no tienen fin. Lo único que falta es que, como en Venezuela, haya éxodo de la población a otros países en busca de libertad y alimentos.
El régimen de Ortega ha perdido totalmente la noción de lo que son los derechos humanos inmanentes al pueblo; ha perdido la noción de honradez y honestidad para manejar la economía; no cree ni siente los convenios y compromisos nacionales en sus relaciones con países y organismos internacionales que, por más recomendaciones y pedidos que le hagan, ignora totalmente todo lo que se pide a favor del pueblo y continúa con sus políticas tiránicas de sojuzgamiento a la colectividad. Para Ortega no cuentan las urgencias y necesidades colectivas y menos la salud y alimentación, porque cree que la democracia es libertad absoluta para disponer arbitrariamente de los bienes nacionales y que él en su insania, cree también que la democracia incluye el disponer de la vida de ciudadanos que reclaman por la vigencia de las leyes y exigen que deje el poder que ha mancillado en toda forma. Entretanto, los organismos internacionales y la colectividad mundial se ven obligados a seguir soportando una tiranía que, con seguridad, costará más vidas en Nicaragua.
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