En días pasados se ha realizado en la ciudad de Potosí un evento estudiantil sobre ciencia y tecnología organizado por el Ministerio de Educación. En la clausura de ese encuentro, el presidente-candidato del Estado Plurinacional, que hace doce años está en campaña electoral, exhortó a los estudiantes a profundizar sus estudios para conseguir la “liberación científico tecnológica”.
Una de las características entre los países desarrollados y los no desarrollados (situación en la que estamos), es precisamente la brecha científico-tecnológica que nos separa cada vez más, pues mientras en los primeros se invierte millonarias cantidades de recursos en la investigación científica, se fomenta a los profesionales académicos y sus políticas de Estado están basadas en buena medida en la ciencia y técnica, en los países poco desarrollados los recursos volcados a la investigación científica son escasos.
Otro aspecto que tiene que ver con el desarrollo científico, es sin duda, la educación, que en los países ricos recibe importantes recursos del presupuesto estatal; es parte importante de las políticas de Estado, los maestros están bien remunerados, los niveles académicos son elevados y el sector privado de la educación superior se destaca por sus altos niveles de excelencia académica. En los países atrasados la educación se desarrolla en la “pobreza” y, por supuesto, con niveles bajos de resultado en el proceso enseñanza-aprendizaje. La educación superior pública y privada se desarrolla entre la deficiencia y mediocridad, de tal suerte que hablar de ciencia y tecnología resulta un discurso irreal. Sin embargo, no desmerecemos los esfuerzos personales que realizan algunos profesionales, para elevar los niveles de formación académica e investigación científica.
Para elevar, en alguna medida, los niveles de desarrollo científico y por supuesto de tecnología, el Estado tiene que priorizar como política de Estado, pues mientras en los países altamente desarrollados, la ciencia espacial, nano tecnología, robótica etc., está alcanzando altos niveles de cambio en sus sociedades, acá estamos luchando contra el analfabetismo, real y funcional, contra el desempleo, la pobreza extrema que aún afecta a un buen porcentaje de nuestra población y, en general, el bajo índice de desarrollo humano.
En los pasados años nuestro país ha percibido importantes ingresos externos por la subida de los precios de las materias primas que producimos (hidrocarburos y minerales), como nunca antes, pero esta oportunidad histórica no fue aprovechada a cabalidad por el gobierno que hace dos sexenios está en el poder, y los avances en desarrollo han sido mínimos en relación con los ingresos, aunque hayamos crecido en términos monetarios, pues una cosa es el desarrollo y otra el crecimiento.
Para los gobernantes es más importante la construcción de canchas de fútbol que el desarrollo humano, la propaganda política y el destino de millonarios recursos en obras no rentables, aunque alguno destino de recursos haya sido efectivo para el desarrollo económico y social.
Hace un par de años, retornó al país un joven profesional especializado en tecnología petrolera, formado en Ingeniería Mecánica y con experiencia de trabajo en México, escribió cartas a YPFB y otras empresas, que no le contestaron, retornó a México, se nacionalizó o naturalizó, y como a cientos de profesionales, lo perdimos.
Una de las muestras de nuestro atraso, es el nivel de conocimientos y cultura de nuestro pueblo. Así en una encuesta levantada en las zonas periféricas de nuestra ciudad y El Alto, hace unos años y publicada por este matutino, en relación con el índice de lectura, se determinó que el 41% de los encuestados en un año no había leído algún libro o publicación.
El próximo año se efectuarán elecciones generales y ojalá que el gobierno que surja de la voluntad popular, priorice la educación como política de Estado, en todos sus niveles, pues: “solo el conocimiento nos hará libres”.
El autor es abogado y politólogo.
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