Huérfanos por feminicidios

¿Dónde están?, ¿cuántos son?, ¿con quién viven?, ¿qué hacen?, ¿cuál es el futuro de niños y adolescentes huérfanos por feminicidios? Son algunas preguntas sin respuestas en la sociedad, porque ningún órgano estatal trabaja con este grupo social.

Procedimientos judiciales y de investigación en primera instancia establecen que los niños y niñas menores de edad y adolescentes deban ser remitidos a la Defensoría de niño, niña y adolescente mientras se desarrolla la fase inicial de la investigación del delito de feminicidio, para luego buscar a la familia ampliada de los menores, para que se haga cargo de ellos.

Este procedimiento pareciera “fácil”, delegar la custodia y la responsabilidad de las vidas de los menores a la familia ampliada. Es un mecanismo frío y de encargo, porque nadie consulta a los huérfanos ni a esas familias ampliadas si están de acuerdo o si cuentan con los recursos necesarios para poder hacerse cargo de los hijos del feminicidio.

En pocos casos hay una instancia que haga seguimiento y sobre todo dé apoyo económico a esas familias ampliadas que se hicieron cargo de esos huérfanos. No se sabe la cantidad de huérfanos y huérfanas que quedaron en tal situación social, después de habérseles arrebatado el derecho de vivir junto a sus madres. Aunque en la adolescencia o el proceso de madurar lleguen a sobreponerse a esta situación, pero al estar solos nadie pregunta por ellos, ninguna instancia sabe con exactitud el paradero de los hijos de los feminicidios.

Un total de 48 mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas hasta la primera quincena de octubre de 2018, de un total de 76 feminicidios ocurridos, según cifras reveladas por instancias de investigación de este tipo de delitos.

Análisis de psicología dan cuenta que en cualquier evento catastrófico en la vida del niño, sea quedar en la orfandad, enfrentar abuso sexual u otro tipo de violencia, es expuesto a un duelo que va a necesitar intervención profesional para que el impacto no deforme ni recicle esa conducta vivida.

Si bien hay la posibilidad de que se haga un análisis psicológico a los hijos e hijas de los casos de feminicidio, nadie garantiza que ellos reciban tratamiento hasta garantizar que no queden afectados emocional y mentalmente por el impacto de perder a sus madres por hechos violentos.

Por lo tanto, este grupo social que crece sin madres, como consecuencia de los feminicidios, son niños y niñas que el Estado ha dejado en abandono. Les ha negado indirectamente poder crecer y rehacer su vida ante una tragedia como la de perder a su madre.

Estos hechos nos hacen percibir la necesidad de la creación de una instancia del Estado que vele por los huérfanos de feminicidios, porque están en la incertidumbre y podrían formarse con un sentido de inseguridad, baja autoestima, angustia, ansiedad, depresión, impotencia e indefensión, problemas que pueden influir en su aprendizaje y socialización o, peor, cultivarse en un ámbito de violencia y podrían responder con mayor violencia.