Una reciente investigación de la Universidad Católica Boliviana proporciona pautas interesantes sobre los posibles resultados de las amañadas próximas elecciones nacionales, las cuales pese a los resultados del 21 F, incluso con el aval del TSE, tendrán como candidato principal al viajero No. 1 del país.
El coordinador del estudio: Las caras y taras del racismo, fue Rafael Loayza. Su primera afirmación es que “El racismo está peor que nunca y justamente hicimos una investigación que consta de una encuesta en toda el área metropolitana de La Paz, El Alto, y es un trabajo que más o menos tomó dos años”.
Claramente se trata de un trabajo de investigación serio, cuyos resultados y sus implicaciones políticas se resumen a continuación.
Es una investigación profunda sobre el racismo en la interacción pública cotidiana y cómo éste trasciende también a niveles de la política. Se hizo una encuesta gigante, ocho grupos focales, entrevistas en profundidad y se ha producido un trabajo que se llama “Las caras y taras del racismo”.
Entre las conclusiones principales del trabajo se tiene:
1.- El país está pasando de un racismo de comportamiento a un racismo ideológico, debido a que se está pasando de unas relaciones raciales, donde había un racismo primario, que era irreflexivo e irracional, a un racismo que es reflexivo y es racional, que está justificado a través de la política.
2.- Las comunidades se diferencian, se autoafirman y se personifican y las distinciones primordiales son que en La Paz hay dos comunidades, divididas casi equivalentemente: el 45,5% de las personas se autoafirma como aymara y el 46% se autoafirma como que no es de ninguna etnicidad. Esto significa que hay una comunidad de personas que creen que tienen un ascendiente étnico y otra comunidad que niega tener ese ascendiente.
La forma en la que se llegó a estas conclusiones fue el resultado de las comparaciones efectuadas entre la auto identificación del censo de 2001 y del censo de 2012, los cuales se han sobrepuesto a todos los procesos electorales en la cartografía del censo sobre la geografía electoral.
Por ejemplo, en Ancoraimes el 97% se autoidentifica como aymara y hay 98% de voto por Evo.
Se junta en una base de datos esas dos y se saca indicadores de correlación, para ver en qué medida un factor determina al otro. El resultado: existe 8,6% de quechuas que votan por Evo en todas las circunstancias y nueve de cada 10 aymaras que votan por Evo en todas las circunstancias.
Se concluye que esa comunidad étnica estaba politizada desde 2005; ahora se ha politizado la otra, que no tiene ascendiente étnico y que siente que el Estado no lo reconoce, y eso significa que nueve de cada 10 personas que dicen “yo no soy aymara, no soy quechua, soy Ninguno” votan en contra de Evo.
Para medir eso se comprobó que todos los otros aspectos de su vida también están racializados. Se preguntó a los paceños: “¿cómo crees que te ven”. Los de ascendiente español dicen: “Me ven como q’ara, como jailón”; a los aymaras les hemos preguntado: “¿Cómo te ven los otros”. “Me ven como indio, me ven como t’ara”.
Otra pregunta: “¿cómo te perciben en tu actividad económica?”. Los “ninguno” decían: “a mí me ven como el empresario, como el propietario”. Los aymaras decían: “a mí me ven como el empleado”.
Desde el trabajo hasta la fiesta, desde el voto hasta el lugar donde tú te atiendes, todo eso está segmentado y racializado.
La política está haciendo que el racismo pase de ser primario a ideológico, de espontáneo y emocional a racional y meditado. Cuando el Vicepresidente dice: “si no entra el Evo en la papeleta, puro q’aras vamos a tener”, o cuando Huanacuni decía: “en las próximas elecciones van a volver los blancos, los que nos han oprimido”, empiezan a racializar el voto, porque en la racialización vas a tener segmentos que se comportan de una manera más dócil con la propuesta política que crítica; y los que están al medio, ese 10%, están empezando a ser irrelevantes.
Como conclusión final la investigación dice: Entre 2001 y 2012. En 2001, en el censo el 62% se autoidentificaba étnicamente. Y Evo en la siguiente elección (2005) saca 54% y luego 64%... Si haces la correlación y resulta que nueve de cada 10, ocho de cada 10 indígenas, votan siempre por Evo.
Pero en el censo de 2012 ese 62% disminuye a 42%. O sea dos millones de bolivianos dejan de autoidentificarse étnicamente. Las encuestas muestran esa baja que ha tenido la autoidentificación étnica, está tocando el electorado que tiene el MAS.
El trabajo permite formular la hipótesis de que estas clases emergentes que ascendieron como producto de la economía informal en los últimos 30 años, indígenas que han dejado de ser pobres y engrosan la clase media, han iniciado un proceso de secularización de su identidad y decidieron abandonar sus raíces aymaras e integrarse a las ciudades y a la par de que están secularizando su identidad étnica, están abandonando políticamente a Evo.
El lector deberá comenzar a pensar que las elecciones del 2019 estarán claramente definidas en sus resultados por este nuevo “ideario” social. La clase media de las ciudades debería reflexionar sobre la conveniencia de actuar como grupo homogéneo, como lo hará la parte contraria.
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