“Tras colocar a la mujer con ronzal de su cuello, brazo o pecho, el marido la subastaba públicamente al mayor postor…” es el argumento de la novela inglesa El alcalde de Casterbridge, de T. Hardy. S. P. Menefee, en Wives for sale, registra 387 ventas de esposas hasta comienzos del Siglo XX. El cuadro “Selling a wife” (1847) de T. Rowlandson, muestra “la costumbre inglesa” de terminar un matrimonio por subasta y de acuerdo mutuo a fines del XVII. Hasta 1847 la gente común prefería rematar a la cónyuge, lo que era permitido socialmente. La costumbre hoy parecería estrafalaria y hasta cruel; se tranzaba en mercados, tabernas y ferias. Los historiadores no dicen dónde y cuándo comenzó esta práctica inglesa y cuán expandida estaba. Dicen que era un divorcio expedito porque hasta ese año divorciarse legalmente necesitaba un costoso fallo del Parlamento inglés, y tardaba. R. Phillips dice que no se sabe cuán frecuentes eran los remates, y que a menudo se inventaban para satisfacer a la prensa. El historiador L. Stone dice que estas transacciones no disolvían el matrimonio original por lo que la policía comenzó a combatirlas.
La venta o remate de esposas ha existido desde tiempo inmemorial en muchas culturas con la posible excepción de Tailandia, Indonesia, la Roma Antigua y el antiguo Israel. Prohibiciones parciales se dieron en Inglaterra, Japón y otros. Han sido practicados en India, EEUU, China, Escandinavia, Nepal, Colombia, Guatemala, las Indias holandesas y otras regiones. Tales prácticas han existido en países cristianos y musulmanes, y a menudo se asemejaron a la venta de ganado porque se trataba a las esposas como mercancía. Ella pertenecía al marido, lo que venía a ser un hecho brutal, patriarcal, feudalista y esclavista. El historiador N.G.L. Hammond dice que en la Grecia antigua los tebanos aniquilaron a los orcómenos (de Arcadia) y vendieron a sus mujeres y niños como esclavos… “violencia que fue criticada por Polibio”. Pero en la Roma antigua, dice J. Rüpke, vender una esposa era un crimen… y el vendedor estaba sujeto a ser sacrificando a los “dioses menores”. Los germánicos en general consideraban a la esposa comerciable con los romanos. Según P. G. Gleis: “un lombardo mató a un sirviente que quiso casarse con una mujer libre, y vendió como esclava a la mujer del muerto”. La vieja ley germánica permitía la venta de la esposa en caso de adulterio, y la llegada del cristianismo no alteró la costumbre. Gleis dice que la Ley Teotónica permitía la venta de la cónyuge y sus hijos solamente como último recurso.
Archivos del occidente rural de la Francia medieval especifican venta de esposas. En Hungría, hacia 1114 dC., un sínodo dictaminó: “Cuando una esposa de la nobleza dejase a su marido por tercera vez, ella debía recibir clemencia… pero si era plebeya habría de venderse… Según Gleis, Canuto II “El Grande” de Dinamarca (1018-1035) decretó que ninguna mujer (criada) sería obligada a casarse con un hombre que no le agradase aunque ofreciese pagar por ella, pero si quisiese pagar…. El historiador D. J. Chandler dice que de 1750 a 1826 en Colombia se aplicaba la ley colonial española que permitía el matrimonio entre esclavos, aunque el dueño no lo aprobase, y prohibía la separación de padres e hijos en caso de venta. La práctica en Inglaterra duró hasta 1857 cuando se facilitó el divorcio. Y con ello pasó a la historia la tendencia a practicar e incluso fantasear el remate de esposas.
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