Guillermo Monje
Escondida en mis sueños, la nueva obra literaria de Armando Soriano Badani, es una hermosa confesión de amor sincero. Lógicamente, teniendo en cuenta la sutileza con que siempre este autor deshilvana sentimientos, no se podía esperar otra cosa que claridad y franqueza.
Al leerla, sin reservas espacios porque parece ser un rosario de emociones íntimas, tan comunes entre los hombres, cuya alma se entrega al amor, especialmente cuando surge a primera vista y las imágenes parecen encontrarse en una especie de flujo y reflujo, como en el caso de Mateo y Camila, resulta casi axiomático el porvenir de un romance. Los ojos, de Camila, los destellos de su cabellera, su silueta y el donaire de sus movimientos constituyen el componente del impacto que sufre el protagonista.
Por ser producto de la belleza, Camila resulta la obsesión de un joven que espontáneamente, sin cálculos ni consideraciones de distinta cualidad frente a la pureza que alberga, íntimamente entrega los frutos de su espíritu, algo que ella no advierte directamente sino cuando la insistencia del enamorado pasa de varias cartas confesorias a la conversación que tiene con él, en lo que se perfila una relación de amor retribuido, adornado por música y poesía.
El acercamiento a Camila es a la vez un conflicto entre la duda y la esperanza que acosan sin cesar, y ni siquiera se expresan frente a sus amigos, ante quienes guarda un silencio que es más que el mar que canta, parodiando a Tamayo. Pero es también la devota entrega del corazón a una mujer que poco a poco capta los latidos y al cabo admite sin rubor el primer beso.
Las confesiones de amor son de tal naturaleza que el lector queda sumido en los interrogantes que plantean las actitudes de Camila ante la persistencia epistolar dichas en un lenguaje pulcro, digno de ser ejemplar para la juventud, no obstante el tiempo y los modales que hoy existen, absurdos, ridículos y generalmente violentos y descarados. Las palabras de Mateo en su correspondencia son, pues, paradigmáticas para las generaciones de hoy. Es de gran magnitud el estribo romántico que contiene esta obra que uno llega a comprobar que los sentimientos verdaderos son mucho más que el afán sensualista. En esto Soriano deja la misma sensación de Jorge Isaacs en “María”.
Esta novela equivalente a vivencias que tuvo el autor y que eran comunes a la juventud de los años cuarenta y cincuenta al estar llenas de respeto, dignidad y autoestima, donde solo se puede florecer la buena educación.
El lenguaje que expone el Dr. Soriano, igual que en sus otras obras, es un modelo de dominio gramatical, como corresponde a un maestro de su categoría académica.
En otro escenario, fuera de la temática de amor, la novela está matizada por momentos de bohemia, típica en La Paz, donde los intelectuales solían reunirse en torno de alguna mesa de restaurante para conversar y alternar el talento, buscando como Diógenes, la verdad de todo.
En suma, esta novela es el reflejo de un autor exquisito y rico en inspiración. Soriano bien podría decir como Darío: “Si hay un alma sincera, esa es la mía”.
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