El candidato presidencial Carlos Mesa hizo un pedido a la ciudadanía. Preguntó: “¿Qué es ser de izquierda o de derecha”? y se respondió: Nada. Porque el paquete que envolvía a unos y otros no sirve”, lo que no cumple las reglas a que hay que atenerse en toda definición, como ser observar la proporcionalidad, la extensión. Es decir que el concepto debe ser igual a lo que se define; no debe ser un mero círculo: no debe ser tautológica ni negativa; tiene que haber precisión y claridad.
Las posiciones de izquierda o derecha no son resultado de inspiración divina ni de deseos personales, fruto de la lectura de algunos libros, ni del servicio estipendiado a algún partido o cargo estatal o privado. Es, finalmente, reflejo en la mente de la realidad histórico-social de un país y del sistema concreto en que se encuentra, independientes de la voluntad del individuo.
Cuando un país está luchando para pasar de una condición atrasada a una condición avanzada, la posición política de la población se inclina por una u otra realidad. Si mira al pasado y no quiere cambiar al futuro, su punto de vista es de derecha. En cambio, cuando busca un nuevo orden en vez de un pensamiento de derecha, adopta un pensamiento de izquierda. En sentido concreto, cuando un país ha adquirido la condición de nación y hay quienes quieren hacerla retroceder a la condición colonial son, por tanto, de derecha. En el primer caso, los políticos asumirán una sincera posición de izquierda y, en el segundo, una posición de derecha.
En naciones recién formadas, las posiciones políticas giran en torno a otro problema: el económico, vale decir entre mirar hacia el pasado feudal-colonial o mirar hacia delante, al futuro nacional-democrático, en sentido económico y no político. Al respecto, mirar al pasado (por más que se tenga una ideología de ultra izquierda) es adoptar una posición reaccionaria y, en cambio, luchar por la democracia económica es tener una posición de izquierda, porque la democracia -como dijo un autor- ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario; ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas que ataban al hombre a las fuerzas naturales; las relaciones feudales de propiedad cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas.
En la lucha por una democracia absoluta aparecen variantes como el populismo, no como asunto semántico sino económico, que quiere hacer girar al revés las manecillas del reloj de la historia (como el de la Plaza Murillo) y volver al feudalismo y aún más atrás, a la comunidad preincaica. Por tanto, este populismo con careta de izquierda es, más bien, la ultra derecha.
Existen dos variantes. La primera, cuando los nacientes regímenes democráticos aún están en la etapa revolucionaria, aparecen los famosos “izquierdistas” y “revolucionarios de izquierda”, opuestos a la nueva realidad y añoran el pasado con lágrimas en los ojos. Entonces dan un golpe de Estado, fusil en mano, y establecen la contrarrevolución. Es más, siempre terminan aliados con los enemigos de la democracia y, de común acuerdo, para destruir el nuevo régimen democrático y, por tanto, retroceder al pasado feudal-colonial. Esa izquierda es una falsedad absoluta. En vez de tomar el poder lo entrega a la ultraderecha, cogobiernan con ella hasta que, al poco tiempo, termina la luna de miel y es expulsada del gobierno, igual que cuando el patrón saca a patadas al perro que había ocupado su sillón favorito.
La segunda variante ocurre cuando esos “izquierdistas” llegan directamente al poder. Entonces, estos izquierdistas de palabra, pero derechistas de hecho, gobiernan, inclusive con masacres, a favor a la contrarrevolución. Aquí, la “izquierda” siempre sirvió a la derecha. Cuando actuó en la oposición fue funesta y cuando llegó al poder en forma independiente fue igual o peor y se dedicó, a título de izquierda, a restaurar el pasado feudal-colonial y reprimir a las masas revolucionarias que quieren avanzar a la nación y la democracia. De ahí que en Bolivia, de momento, ser “izquierdista”, adicto del coloniaje y el feudalismo comunitario, es ser de derecha y ser “derechista”, partidario de la nación-democrática, es ser verdadero izquierdista. En esos términos se puede definir en Bolivia a la gente y partidos políticos si son de izquierda o de derecha.
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