José Carlos García Fajardo
Los valores han sido postergados en nombre de eficacia, rentabilidad y beneficios. No es extraño que muchos se encuentren desorientados y se debatan entre la farsa de actuar, vestirse y hasta hablar como si fueran jóvenes, aunque sean personas mayores envejecidas para las exigencias del sistema. Otros enmudecen, se apartan, se “enferman” para poder hablar con médicos y enfermeras, o se van haciendo invisibles y buscan sus espacios y horarios, y disminuir necesidades, porque creen que molestan.
Muchos llegan a campeones del auto sabotaje.
No se puede admitir que la sociedad no reaccione ante este nuevo dato del envejecimiento cada vez más prematuro en relación con el mayor número de años de vida, o de sobre vida.
Tampoco cabe la exaltación de la vejez, la enfermedad y la muerte, estilo Whitman o Boris Groys. Pero sí hay que reconocer, con Philip Roth y tantos otros pensadores realistas, que la vejez es una faena irremediable que puede llevar aparejadas la humillación, la marginación y el dolor de estar vivos. Por no habernos educado ni preparado para asumir del mejor modo esta realidad del envejecimiento y de los deteriores consiguientes, mientras todos los esfuerzos se habían dirigido a prepararnos “para ser personas de provecho”, económico se entiende, para afrontar la adolescencia, la juventud, la responsabilidad social, mientras no se habían cuidado de resaltar los valores que se encuentra en esos años de vida añadidos a los periclitados sistemas económico, político y social.
Pero algunos se han puesto en pie para analizar la situación, estudiar los problemas personalizados, corrigiendo el planteamiento anterior que buscaba la resignación y hasta la recompensa de un hipotético “Más allá”.
Es preciso vivir para ser felices, para ser nosotros mismos, aquí y ahora, en un crecimiento que busca la plenitud en cada instante y no el ser tratados como objetos o instrumentos de producción, de consumo o de asistencia social. Es más, mucho más: se trata de una revolución inaplazable que tenemos que abordar al tiempo que hacemos frente a esa bomba de destrucción masiva que es la explosión demográfica.
El autor es Profesor Emérito U.C.M.
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