COMUNICABILIDADES
Definitivamente, cada ciudad, cada país, cada grupo social, cada estamento de la sociedad se apropia del castellano y lo adapta a sus necesidades o requerimientos comunicacionales.
Cada ciudadano o ciudadana no sólo adapta el castellano a su contexto, sino que “adopta” la forma de hablar de su círculo social más íntimo.
En este proceso de adaptación y de adopción del lenguaje se producen ciertas deformaciones en los verbos, en las palabras, en las frases o en las expresiones cotidianas. O nacen otras palabras, contracciones, diminutivos o hasta aberraciones del lenguaje.
Por ejemplo, a menudo escucho la frase: “maviolvidado”, que en teoría significa: “me había olvidado”. Pero la contracción de tres silabas en una provoca un barbarismo difícil de digerir.
Otra frase que siempre escucho es: “no ve”. Una muletilla “marca registrada” de paceños y paceñas.
“Esta noche vamos a salir ¿no ve?”. Dice una muchacha a su pareja.
“Ya te dije no ve, que viajaremos la próxima semana”. Dice un oficinista a su colega.
“El viernes es feriado ¿no ve?”, pregunta un señor a otra persona.
Si nos ponemos a pensar, la frase “no ve” no tiene sentido, es una muletilla, un apoyo verbal a manera de tic al hablar.
¿Y el famoso “ahorita”? Ese es otro modismo del castellano popular. Lo peor es que ya no escucho el “ahorita”, sino algo peor: el “aurita”, que es una deformación aún mucho mayor del habla popular.
Nuestra expresión es un reflejo de nuestra formación, de nuestro entorno. En realidad hablamos como hablan las personas con las que nos relacionamos, quiere decir que al hablar correcta o incorrectamente también podemos influir positiva o negativamente en los demás.
* Director ejecutivo de Xperticia. Empresa de Asesoramiento en Comunicación.
(www.xperticia.net)