A partir de este domingo puede quedar consolidada una perspectiva que hasta no hace mucho ningún gobierno quería tomar en serio. Que a la cabeza de Brasil llegue a imponerse un presidente decididamente de derecha, parecía una fantasía estrafalaria a la que ningún estudioso asignaba seriedad. Con todas las encuestas con más de una decena de puntos porcentuales a su favor frente a la cifras de Fernando Haddad, del PT, la inminencia de la victoria de Jair Bolsonaro ha tenido estas horas a las cancillerías de la región con la respiración contenida.
El Brasil que todos los líderes políticos conocieron parece ahora encaminado raudo hacia nuevos rumbos. Los gobiernos que antagonizan con las líneas de Bolsonaro estarían por buen camino si se mantienen bajo un silencio discreto. Es ostensible la antipatía de Bolsonaro hacia el régimen de Nicolás Maduro, en los últimos meses agravada por un flujo masivo de emigrantes venezolanos que abandonan su país empujados por las falencias del régimen marca Socialismo Siglo XXI en que está embarcada la patria de Simón Bolívar.
Maduro ha evitado agriar más el relacionamiento bilateral, aún más tenso desde que hace dos meses Brasil envió miles de soldados para resguardar la frontera, sobre el estado de Roraima donde acampa el grueso de los emigrantes.
Con una geografía que ocupa casi la mitad de toda América del Sur y a cargo de la octava economía más grande del mundo, nadie discute el impacto de los rumbos del gigante latinoamericano sobre el continente. Como comparación, México es la décima quinta economía y Argentina la número 53.
Para Bolivia, las relaciones comerciales con Brasil son especialmente sensibles por el gas natural, sustento básico de la economía nacional. En el diseño original, cuando se discutía la construcción del gasoducto entre los dos países, Bolivia iba a proporcionar energía no solo para Sao Paulo, el nervio industrial brasileño, sino para otras regiones fuertes de la economía brasileña.
En los diseños que los estudiosos de la geopolítica, Brasil sería un nexo estratégico para acelerar el desarrollo económico e industrial de Bolivia. Tras la modificación de los términos de los contratos con la nacionalización de los campos bolivianos, el interés brasileño declinó y desaparecieron del escenario planes para plantas termoeléctricas, complejos petroquímicos y de fertilizantes para las necesidades del vecino boliviano.
Ganar hoy la elección en esta segunda vuelta puede ser la parte fácil. Lo difícil vendría a partir del día siguiente o en el momento en que, al mando de su país, Bolsonaro tuviere que tomar decisiones capaces de exhibir su carácter temperamental. Muchos analistas lo ven como un “Trump tropical”, con el que sus vecinos, especialmente los que no comulgan con sus ideas, deberán tener el máximo cuidado. Al igual que su colega del norte, Bolsonaro ha tenido expresiones deprecatorias para la mujer.
Con un esmirriado crecimiento económico del 1% de su PIB tras dos años de recesión (-3,5 en 2015, y un retroceso similar en 2016), los economistas esperan una recuperación más firme de la economía brasileña a partir de 2019.
En la decisión de este domingo, en gran parte del electorado estará presente la violencia causante de más de 60.000 muertes por año. No menos importante será el desempleo, que tiene a cerca del 13% de la fuerza laboral sin trabajo. En ambos frentes, el nuevo presidente tendrá dos de sus principales desafíos.
Católicos en su mayoría a pesar de los avances de confesiones evangélicas y de sectas protestantes, para muchos estará presente la fe religiosa al momento de votar. No por nada, suelen jactarse de que “Deus é brasileiro”.
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