Prometer no cuesta nada, ya que la retórica política es la dama más dúctil desde la época griega de Anaxímedes de Lampsaco, más tarde Aristóteles, luego Demóstenes y el romano Cicerón: proponer lo que el pueblo necesita, ser electo para luego, y con el tiempo, utilizar la realidad cambiante como elemento retórico para cumplir apenas, o simplemente incumplir, ofreciendo razones enrevesadas que dilucidarlas demanda reflexión, dedicación y trabajo… si tal es posible. En el ínterin el mundo sigue andando y la realidad late como le da la gana, o sea como antes. El discurso del presidente electo de México, que ganó las elecciones en julio, Manuel López Obrador, va yendo de “cumpliremos lo prometido” a “haremos lo posible por cumplir”; de un “no les fallaré” a un “ojalá podamos hacer más”.
López Obrador debe ascender a la presidencia de México el 1 de diciembre y con semanas de anticipación viene preparando el terreno político para quedar lo más bien posible con la avalancha de población mexicana que votó por él… y con la trayectoria de retórica de izquierda que él utilizó por años para llegar al poder en un México repleto de desafíos de toda índole incluyendo el narcotráfico, la corrupción, la crisis educativa, la violencia… y ser vecino de un EEUU regido por Donald Trump… con el que se dice, o se cree, que se acaba de llegar a un acuerdo de comercio sobre el que poco se sabe. Ojalá que sea equitativo con México, aunque con caravanas de refugiados hondureños que buscan asilo en EEUU, la situación fronteriza México-EEUU puede complicarse y hasta violentarse.
Como dicen Malkin y Villegas en el NYT, López Obrador fue electo “para combatir la corrupción, reducir la creciente violencia y ver de disminuir las desigualdades sociales. Hoy esas promesas se estrellan con una realidad demasiado compleja que no cabe en la oratoria política”. Sin embargo él continúa prometiendo créditos para negocios pequeños y para la gente joven; también promete subsidios a agricultores y aumentos en pagos de jubilación para luego añadir públicamente cada vez que puede: “no gastaremos más de lo que ingresa.” Prometió retirar las tropas del ejército de las calles pero ahora dice que la policía de México no está preparada ni gana lo suficiente para lidiar con la cantidad de hechos delictivos que hoy enfrenta la ciudadanía mexicana; por eso y por el momento los soldados deben permanecer en las calles.
Ofreció desautorizar la construcción de un nuevo aeropuerto para la capital pero ahora dice que a fines de octubre el voto ciudadano decidirá la suerte del aeropuerto; el problema es que, premeditadamente, menos del dos por ciento de los votantes recibirán boletas electorales. Había dicho que la economía de México era sólida… para luego afirmar que estaba en bancarrota por lo que había que aumentar la producción de petróleo 30% en los próximos dos años, ahora dice que serán seis años.
López Obrador prometió en su campaña presidencial que daría por tierra con los actuales lujos de la presidencia al punto de que afirmó que vendería el avión presidencial y viajaría en líneas comerciales, pero la ampulosa boda de su antiguo asistente de prensa, que se dio a conocer en la prensa social de México, fue calificada por el presidente electo como algo privado. Pero no dejó esa impresión entre el público… que una vez más escuchó la cada vez más mentada función hiperbólica de las recientes declaraciones del presidente electo.
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