La derrota que sufrió el gobierno de Evo Morales en la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha producido un trauma sangrante en lo más profundo del sentimiento del pueblo boliviano, sin que ello quiera decir que la centenaria cuestión con el país cisandino ha sido relegada a segundo plano y menos echada en el olvido.
Al contrario, el pueblo boliviano vuelve a poner el asunto en el primer punto de la agenda de las grandes cuestiones nacionales y, en primer lugar, lamenta que una gestión que pudo haber dado resultado positivo con una argumentación de fondo, haya sido tan lamentable.
Entre tanto, cabe una observación. El gobierno, que tiene la responsabilidad del resultado de la gestión incoada en La Haya, no está enfrentado el asunto con la responsabilidad del caso y muestra estar más preocupado por atender aspectos secundarios, como poner en primer plano la re-repostulación de Evo Morales a un cuarto período presidencial o bien exponer argumentos febles que tratan de justificar el fracaso, mostrar falta de reacción frente al enorme fallo negativo.
La reacción ante el fallo de la CIJ ha sido endeble, con acciones inconsistentes y de corto alcance. La reacción de la Cancillería ha sido ineficaz y lo que pudo hacer se ha disuelto, como una cucharilla de azúcar en una taza de café.
No solo eso. Se trata de hacer olvidar a la opinión pública la candente cuestión, haciendo declaraciones abúlicas, permitiendo que Chile consolide la fulminante sentencia, algo así como lavarse las manos por cualquier responsabilidad y arrojar la papa caliente a causas remotas e instituciones extranjeras.
En ese sentido, intentar que el pueblo vuelque su mirada hacia el puerto de Ilo como solución absoluta, asunto que estaba relegado al olvido, o bien desenterrar el proyecto de Puerto Busch, cuya habilitación requiere diez mil millones de dólares y veinte años de trabajos, es poco menos que un desprecio.
El desarreglo es peor, pues países aliados del gobierno de Evo Morales (Venezuela, Cuba y Nicaragua), no han dicho esta boca es mía en relación con el fallo contra Bolivia, cuyo gobierno salta de inmediato en apoyo a esos países en cuanto tienen el menor problema. También el Papa calló en siete idiomas. En esa forma, la “diplomacia de los pueblos”, caballito de batalla del Foro de San Paulo, terminó en un inmenso cero. Hay que recordar que la derrota es de uno solo y el triunfo de todos.
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