Cuadros de dolor han observado transeúntes por la plaza Murillo, el pasado lunes 15 de octubre, por la presencia de enfermos con cáncer que acudieron hasta las puertas del palacio de gobierno en busca de ser atendidos con la provisión de equipos para tratar el mal que los aqueja y que produce muchas muertes. Enfermos muy delicados, en estados de gran avance de la enfermedad, han pedido que el gobierno se conduela y ponga en práctica medidas que permitan una atención humana.
Hace pocos días, muchos de los enfermos “se pusieron de rodillas para implorar atención de las autoridades” sin conseguir respuesta a sus demandas. Son muchos los enfermos que acuden al hospital de Clínicas en pos de aliviar su dolor y conseguir atención para la grave enfermedad que padecen; pero no hay autoridad que se siente siquiera ligeramente caritativa para emprender acciones que permitan proveer de lo necesario al hospital. Hace algunos días, el Presidente recibió y atendió a algunos pacientes y les prometió asistencia gratuita durante un año por la medicina privada; pero no a todos porque el problema hay que atenderlo integralmente en todo el país.
Ante los reclamos de los enfermos, no faltó la represión de los efectivos de la policía que los obligaron a abandonar la plaza; lo hicieron a plan de golpes y empujones que no podían resistir los enfermos, especialmente los que tienen mayor gravedad; lo grave de esta situación es que ningún oficial o jefe de la entidad policial ha puesto freno a los abusos. Acudir a la plaza Murillo y acercarse al palacio parece que es un delito que se comete contra el Presidente y su equipo de gobierno; un extremo totalmente contrario a los derechos humanos y, en este caso, arbitrario e inhumano con los enfermos que, finalmente, querrían otra cosa, que las autoridades de salud cumplan con su deber de atender con medicamentos, equipos y vituallas a los hospitales (ED 16/X/18).
A veces, algunas autoridades han sostenido que “el caso debe ser atendido por la gobernación, que ellos, como gobierno, no pueden hacer nada”; por su parte, personeros de la gobernación señalan que “no hay medios financieros para hacer todo lo preciso en el hospital”. Así, de enrostramientos permanentes pasan los días y el hospital no recibe la atención que debería. Hay, pues, una irresponsabilidad increíble en quienes tienen la obligación de atender la salud de la población y mucho más a las víctimas de cáncer que se ven obligadas a “implorar” atención sin recibir respuesta.
El gobierno se jacta de construir hospitales; sin embargo, no se los muestra y menos se hace algo para proveer al hospital de clínicas de sistemas de radioterapia y proveerle de equipos y vituallas que se necesita con mucha urgencia. En cambio, los gastos dispendiosos superan cualquier cálculo y no hay ni visos para implantar políticas de austeridad en cuestiones que no interesan ni importan al pueblo. El gobierno tendría que escuchar los “clamores” de quienes padecen enfermedades graves y que solamente piden tratamientos para aliviar su dolor.
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